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Alguna vez, uno de los hijos de Gabriel García Márquez, mientras estaba en el colegio, tuvo que contestar un cuestionario de lectura sobre El coronel no tiene quien le escriba. Una de las preguntas decía: “¿qué simboliza el gallo?”. Supongo yo que partía de una de las muchas teorías académicas sobre la representación de la lucha del pueblo y la resistencia popular en la novela de Gabo. El niño, con la mayor modestia, respondió: “Según conversaciones que yo he tenido con el autor, el gallo no es más que un gallo”. Lo rajaron, por supuesto, pero tenía toda la razón.
Creo que pasa lo mismo con el nuevo disco de Rosalía.
En las últimas semanas he leído un montón de veces que está lleno de relaciones místicas, que se basa en la obra de Santa Teresa de Jesús, que es una reinterpretación de los ensayos de Platón sobre el alma y el cuerpo, que es una crítica abierta a la industria de los sintético, que es una distopía pentecostal… en fin. Hay algo cierto e innegable y es que la música de Rosalía reta a quien la escucha. Siempre explora formatos, sonidos y narrativas que rompen las formas de lo popular y coquetean con la mal llamada “alta cultura”. Yo la sigo y me gusta mucho.
Dicho esto, Lux, el disco del supuesto misticismo, es un gran experimento. Y no solo porque incluye un orquesta sinfónica –la de la BBC–, o porque toma referencias de la música clásica –el Dies Irae, de Verdi, en Berghain–. Es un gran experimento porque no sigue las lógicas que garantizan el éxito comercial de una canción y, aún así, está sumando y sumando reproducciones. Ninguno de sus cortes tiene un gancho pegajoso ni la estructura convencional –estrofa, puente, coro, coro–. Canta en trece lenguas diferentes, cosa que no va mucho con la globalización del mercado, y gira alrededor de conceptos espirituales asociados a la religión, algo que en un presente de descreídos, como yo, no resulta muy seductor.
Lo que sí es interesante –y lo digo porque se lo escuché a la misma Rosalía en entrevistas– es que cada canción está inspirada en un ícono de la evolución y revolución feminista: Juana de Arco, Santa Rosa de Lima, Santa Teresa de Jesús, Hildegarda von Bingen, Simone Weil, Úrsula K. Le Guin, Sun Bu’er, Olga de Kiev. Si bien no considero que refleje las reflexiones místicas o filosóficas de ninguna de ellas, sí es un guiño directo. De ahí que cada canción esté en el idioma de su protagonista.
¿Por qué lo hace? Me inclino a pensar que la respuesta tiene que ver con que ese es el principio creador de cualquier artista: la experimentación y la ruptura de límites. Por su lectura mística, no apuesto tanto. Es más, tiendo a creer que, así como para Gabo “un gallo es un gallo”, para Rosalía “un disco es un disco”.
