A Paquita la del Barrio le decían ‘la guerrillera del bolero’. Y para mí, eso fue. Despojemos por un momento el sustantivo de su carga histórica: una guerrilla es un grupo armado que lucha contra el poder hegemónico con el propósito de derribarlo por la fuerza y equilibrar cargas. Paquita la del Barrio, de cierto modo, derribó parte del machismo que habitaba la música popular y le dio a las mujeres una representación menos estereotipada en sus interpretaciones.
Dice Bourdieu que con el tiempo fuimos asociando emociones opuestas a lo masculino y a lo femenino y, bajo esas lógicas, construimos roles y disposiciones morales. Si las mujeres son sensibles, los hombres deben ser recios; si las mujeres son cariñosas, los hombres deben ser estrictos; si la mujeres son frágiles, los hombres deben ser fuertes. Bourdieu, desde luego, no lo dice como un logro, es un crítica severa a la desigualdad de género y a cómo se establecen jerarquías entre hombres y mujeres dentro de una sociedad: los hombres arriba, con la fuerza, el poder, el valor, y la mujeres abajo, con la sumisión, la obediencia y fragilidad.
La representación femenina en la música popular se construyó bajo las mismas lógicas. Mujeres engañadas y abandonadas –”Tal vez yo deba resignarme y no llamarte más, tal vez yo deba respetarme y no rogarte más”–, y hombres infieles, que se imponían a través de distintas violencias –”yo soy el aventurero, el mundo me importa poco, cuando una mujer me gusta, me gusta a pesar de todo”–.
Paquita la del Barrio, si bien no fue la compositora de su música, se encargó de darle voz y cuerpo a letras que invertían esos roles, que, por la fuerza –como dice el principio de guerrillas–, rompían las lógicas de género y proponían a las mujeres como sujetos activos, libres de expresar emociones más allá de la pasividad del duelo, y capaces de sentir ira, planear venganza, abandonar o desenamorarse.
Hagamos un repaso corto: “tres veces te engañé, la primera por coraje, la segunda por capricho, la tercera por placer”. “Ahí te dejo ese par de rodilleras, ¿sabes para qué? ¡Para que hinques a tu madre!”. “Gracias por acordarte de mi madre y sin hacer tanta bulla, te suplico que, también, me saludes a la tuya”. “Yo, yo no soy letra de cambio ni moneda que se entrega a cualquiera como cheque al portador”. Y, por supuesto, “rata de dos patas, te estoy hablando a ti porque un bicho rastrero, aún siendo el más maldito, comparado contigo se queda muy chiquito”.
A Paquita la del Barrio, adiós y gracias.