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El sonido fue malo. Tan malo que algunas partes del concierto se ahogaron por completo y los últimos de las graderías, en lugar de protestar por el volumen, reclamaron en susurros para no dejar de escuchar. Para no perderse un verso, un solo de flauta o una reflexión aguda. Hubo un pacto tácito entre los 15.000 asistentes al concierto de Silvio Rodríguez en el Polideportivo de Envigado, un acuerdo de resistencia y comunión a través de la música.
Y fue en ese silencio, sin pantallas ni puestas en escena grandilocuentes, que Silvio revivió al Wichy Nogueras, un poeta y novelista cubano, de pelo e ideales rojos. Luis Rogelio Nogueras nació en la Habana en 1944 y murió de cáncer a los 41 años. A finales de la década de los setenta, visitó los campos de concentración de Auschwitz y, movido por la desolación y el aire denso en el que aún pesaba la memoria del Holocausto, escribió un poema que tituló Halt! —en español “¡Alto!”—.
“Es Auschwitz, la fábrica de horror que la locura humana erigió a la gloria de la muerte./ Es Auschwitz, estigma en el rostro sufrido de nuestra época”, escribió el Wichy en 1979 y leyó Silvio Rodríguez 46 años después, frente a todos los que fueron a escucharlo cantar. “Pienso en ustedes, judíos de Jerusalén y Jericó (…) pienso en ustedes y en vuestro largo y doloroso camino desde las colinas de Judea hasta los campos de concentración de III Reich (…) Pienso en ustedes y no acierto a comprender cómo olvidaron tan pronto el vaho del infierno”.
El público necesitó un par de segundos para juntar las historias. Luego, de algún rincón se escapó un grito rasgado: “¡No es una guerra, es un genocidio!”. “¡Libre Palestina!”, respondió alguien como quien responde a un salmo. “¡Libre Palestina!”, se escuchó otra vez. Y otra y otra y otra. Cada más fuerte, más firme. El salmo se hizo plegaria y Silvio lo desvaneció entre las primeras frases de La era está pariendo un corazón.
El Wichy Nogueras fue un gran poeta, pero no un clarividente. Solo era necesario ponerle atención al mundo para entender, desde 1979, que aquello que llamaron “Tierra prometida” se convertiría en el pretexto para perpetuar un genocidio. Para dar rienda suelta a la crueldad del ser humano y repetir Auschwitz en Gaza, pero esta vez con quienes antes fueron víctimas convertidos en victimarios.
