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Que nos perdone el Olimpismo

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Laura Galindo
02 de agosto de 2024 - 05:05 a. m.
"Ser responsable de un genocidio no va del todo con el olimpismo": Laura Galindo
"Ser responsable de un genocidio no va del todo con el olimpismo": Laura Galindo
Foto: EFE - MAST IRHAM
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Hablemos de los Olímpicos. Son varias las voces de protesta ante la participación de Israel este año. Para muchos de nosotros, ser responsable de un genocidio no va del todo con el olimpismo que propuso Pierre de Coubertin hace más de 120 años. Un genocidio no une comunidades, ni promueve paz, ni defiende la competición saludable, libre trampas y discriminación.

Aún así, el Comité Olímpico Internacional -que sí le impuso veto a Rusia por invadir a Ucrania-, no considera que el asesinato de miles de gazaties, entre atletas, empleados y voluntarios del mundo deportivo, sea una violación a la Carta Olímpica.

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Un lector más condescendiente podría argumentar que los atletas no son culpables de las decisiones de Estado, y que su participación en sana competencia es inofensiva. Pero no. Y me voy a valer de un ejemplo histórico para demostrarlo:

En 1936, durante la Alemania Nazi, Berlín fue elegida como sede de los Juegos Olímpicos, y Hitler y Goebbels vieron una oportunidad única para hacerle propaganda a su régimen. Construyeron un complejo deportivo gigante, decorado con banderas olímpicas y esvásticas, retiraron temporalmente los letreros antisemitas -para demostrar una fingida paz ante el resto del mundo-, y en contraprestación llenaron la calles con fotos de atletas arios, todos muy blancos, muy altos, muy rubios y de ojos muy claros.

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El día de la inauguración, Goebbels se encargó de que Hitler llegara entre fanfarrias y saludos nazis, acompañado de un himno compuesto por Richard Strauss, para entonces partidario del régimen. Se inauguró también el famoso ritual de pasear la llama olímpica por diferentes lugares. En una especie de carrera de relevos, un primer corredor partió de Olimpia, en Grecia, y la llama fue viajando hasta que un último corredor la entregó en Berlín. Se inventaron también el Medallero Olímpico, una competencia -como si ya no hubiera suficientes- en la que cada país sumaba las medallas obtenidas en las diferentes disciplinas y, por supuesto, ganaba el que tuviera más. Adivinen quién ocupó el primer lugar. “Las olimpiadas han devuelto a Alemania a la comunidad mundial y le han restituido su humanidad”, escribió el New York Times en un artículo.

Tres años más tarde, Alemania invadió Polonia y se desató la Segunda Guerra Mundial. Al terminar los juegos, Hitler aprovechó su nueva imagen de anfitrión hospitalario y pacífico para acelerar su expansionismo y declarar a todos los judíos enemigos de estado.

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Les propongo, ahora, que saquen sus propias conclusiones sobre el triángulo Israel-Palestina-Comité Olímpico. Y que ojalá nos perdone Pierre de Coubertin.

@LauraGalindoM

Laura Galindo

Por Laura Galindo

Periodista musical y cultural. Pianista de la Universidad Javeriana, magíster en piano de la Universidad Eafit, magíster en periodismo de la Universidad de Los Andes y MFA en Creative Writing de la New York University -NYU-. Editora cultural y presentadora en RTVC Noticias, de Señal Colombia.
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FERNANDO(sv6gc)03 de agosto de 2024 - 11:38 p. m.
Mil gracias apreciada periodista, su columna de hoy es tan objetiva y realista a no más poder.
Tarcisio(47680)03 de agosto de 2024 - 09:34 p. m.
¡Qué bueno leer a quien admiramos como música y periodista! "Que nos perdonen" otros medios, pero este tipo de plumas y voces hacen la diferencia. ¡Gracias, Laura!
Mar(60274)03 de agosto de 2024 - 07:51 p. m.
Si le prohibieron a Rusia y a Bielorrusia, por qué no le prohibieron a Israel? Claro porque son amigos de EEUU, sirven sus intereses. Más genocida Netanyahu que Putin.
Jose(75369)03 de agosto de 2024 - 02:42 p. m.
Buena pluma Laura. Admirada en el piano y en la concepción política de nuestro planeta tan dividido.
Lola(15127)03 de agosto de 2024 - 11:57 a. m.
Sesgo, parcialidad es lo que se ve por todo el globo. Los seres humanos no valemos lo mismo por mucho que hubo un Dios que dijo que todos somos iguales y que nos amáramos los unos a los otros. La incongruencia es que los mismos seguidores de ese Dios aplauden en un recinto democrático a un genocida que dice que unos son bárbaros y otros civilizados. Los civilizados son los que masacran niños y gente inocente.
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