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No más masacres de los bosques en la Amazonia

Leonardo Fabio Martínez Pérez

19 de febrero de 2022 - 12:00 a. m.

En los últimos días se han publicado en diferentes medios de comunicación, y en las redes sociales, alarmantes noticias relacionadas con quemas de grandes dimensiones de la Amazonia colombiana, región que comprende los departamentos del Amazonas, Putumayo, Caquetá, Guainía, Guaviare y Vaupés y, parcialmente, departamentos como Meta y Vichada; y, además, alberga en su interior áreas caracterizadas por su amplia biodiversidad, como la serranía de la Macarena y el Chiribiquete, que constituyen un corredor ecológico esencial y estratégico entre los Andes y la Amazonia, no solo para las especies, sino también para la regulación del sistema hídrico.

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El Área de Manejo Especial de la Macarena (AMEM) fue declarada en 1989 por el Gobierno Nacional para priorizar su conservación, y está conformada por cuatro parques nacionales naturales (PNN), dentro de los que se encuentra el Parque Nacional Natural Tinigua, sobre el que se han centrado las manifestaciones de preocupación y publicaciones recientemente. Las quemas, que suelen presentarse a inicio de año, se han multiplicado, y están amenazando seriamente su existencia y menguando progresivamente las coberturas vegetales nativas que lo conformaban, y con ello su riqueza ecosistémica y de biodiversidad. De acuerdo con Rodrigo Botero, director de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, en un sobrevuelo al AMEM realizado a finales de enero de 2022, pudo apreciar cómo los incendios se han multiplicado en las últimas semanas, acabando de manera progresiva con los últimos remanentes de bosque del PNN Tinigua. Si bien reconoce que toda la Amazonia se encuentra en el mismo riesgo, indica que ninguna otra área se encuentra en una situación tan preocupante.

De acuerdo con los datos de la Global Forest Watch, en el PNN Tinugua hubo setecientas (700) alertas de incendios entre el 22 de enero y el 4 de febrero de 2022. Según la profesora Sandra Vilardy, entre 2002 y 2020 se perdieron 48 mil hectáreas de bosque primario húmedo en el parque, lo que significa que en menos de 20 años se perdió el 90 % de los bosques primarios de un parque amazónico. Tinigua ha sido el parque más deforestado desde 2018. Así mismo, Dolores Armenteras, doctora en Geografía, indicó que los incendios cambian la composición del suelo y, en consecuencia, del ecosistema, lo que implica perdidas de biodiversidad. Un reflejo de esto es la perdida de diversidad acústica de los murciélagos, evidenciada en la investigación realizada por la doctora Armenteras y la bióloga Laura Obando.

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Además de la irremediable pérdida de biodiversidad con la deforestación, otro asunto que preocupa a los expertos es el rol que tienen los bosques en el ciclo del agua y cómo la progresiva pérdida de coberturas vegetal nativa puede afectar la producción de agua que ocurre en páramos como el de Sumapaz y Chingaza, al igual que los nocivos efectos sobre el clima, pues, de acuerdo con la Global Forest Watch, el PPN Tinigua está emitiendo más emisiones de las que puede capturar.

Teniendo en cuenta lo anterior, 190 académicos, expertos y especialistas en temas ambientales han allegado al presidente Iván Duque y al ministro de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, una carta, mediante la cual solicitan la intervención directa e inmediata del Gobierno Nacional para frenar la deforestación de la Amazonia, teniendo en cuenta que, como ya se dijo, la situación no constituye un evento aislado, sino un patrón que se repite año tras año en temporada seca, principalmente, y que tiende a intensificarse con el transcurrir del tiempo. Situación, que como indica el geógrafo Nicolás Pérez, puede alcanzar grados de degradación irreversibles.

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Toda esta situación constituye un síntoma de un problema mucho más profundo y complejo, que es necesario reconocer para poder atender. Como señaló Alfredo Molano en su artículo “Aproximación al proceso de colonización de la región del Ariari-Güejar-Guayabero”, en La Macarena la desarticulación con los mercados regionales, los altos costos de vida y la estigmatización de los campesinos como aliados de la guerrilla han configurado un desarrollo rural fallido, en el que la colonización ha sido la tendencia. De otra parte, el desalojo de las extintas FARC-EP de aquellos territorios ocupados durante el conflicto, la falta de presencia estatal y las dificultades en el cumplimiento de los Acuerdos de Paz han abierto paso a que diferentes actores incursionen en el territorio.

El regreso de actores armados e insurgencias que disputan el control territorial, la incursión de latifundistas y ganaderos que pagan por ampliar la frontera agrícola, en una región sin muchas alternativas de desarrollo económico, y la declaratoria de las áreas protegidas se han realizado sin considerar a los pobladores, que a su vez luchan por hacer del ecoturismo su fuente de sustento, pero en temporadas secas se ven abocados a incursionar en economías ilegales. La estrategia estatal de conservación ha sido principalmente liderada por el Ejército, sin resultados plausibles y con serias críticas por presuntas violaciones a los derechos humanos, tal como indica la Fundación Ideas para la Paz. Todos estos elementos plantean un panorama muy complejo para abordar.

En este sentido, el conflicto armado, la marginación y estigmatización de los territorios y sus pobladores, la incipiente implementación del Acuerdo de Paz y de políticas de desarrollo rural en el país, así como la incursión de economías ilegales, son asuntos que han sido ampliamente analizados por diversos académicos y que el Estado debe tener en cuenta de manera cuidadosa para proyectar acciones efectivas que permitan atender el problema de raíz.

Es necesario que, ante este panorama desolador, toda la ciudadanía se movilice contundentemente con diversas acciones políticas y educativas que resalten la importancia de conservar la riqueza natural y cultural de la Amazonia, y exigir su protección ante el Gobierno Nacional e instancias internacionales. Despleguemos toda nuestra creatividad para generar acciones orientadas a detener la masacre de los bosques y especies que habitan estos territorios, que sin duda son la fuente de la vida, del aire, del agua y de los alimentos que consumismo en las ciudades. Es fundamental comprender que la lucha por la Amazonia es la lucha por nuestra propia existencia, por la existencia de nuestros hijos y nuestras familias. Tal como lo diría Enrique Leff: “Hoy las luchas por la reapropiación de la naturaleza son las luchas por el derecho a la diferencia cultural, por el derecho a vivir con y en la naturaleza, a forjarse una identidad y a diseñar un estilo de vida”. Un estilo de vida distinto a la ganadería extensiva, a la deforestación, la destrucción del suelo, del agua y en sí a la destrucción de la vida.

Rector, Universidad Pedagógica Nacional

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