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Este 16 de septiembre conmemoramos el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, un acontecimiento de notable importancia socioambiental para rescatar la esperanza por la preservación de nuestra madre tierra. Hace 46 años empezó en el concierto internacional un esfuerzo sin precedentes de construcción de política pública orientada a la reducción significativa de la producción y emisión de sustancias destructoras de la capa de ozono. La iniciativa nació en 1977 cuando especialistas de 32 países construyeron un Plan de Acción Mundial sobre la Capa de Ozono, el cual fue la base para la elaboración de un convenio internacional promovido por el Programa de las Naciones Unidas del Medio Ambiente (PNUMA) y que hizo parte de los acuerdos establecidos en la convención de Viena realizada en 1985, precursores determinantes de la firma del protocolo de Montreal en 1987 por representantes de solo 46 países en los que no se encontraba Colombia.
El oxígeno, vital para la existencia humana y para innumerables organismos del planeta, presenta una estructura química particular de tres átomos (O3) y es conocido como ozono, a diferencia del oxígeno que respiramos que tiene dos átomos (O2). Aproximadamente el 90 % del ozono se concentra en una región de la atmósfera conocida como estratósfera ubicada entre 11 y 50 km de la superficie terrestre. La importancia de esta capa para la vida del planeta radica en que absorbe gran cantidad de la radiación ultravioleta proveniente del sol y que puede generar alteraciones genéticas importantes en los organismos, particularmente, puede asociarse al desarrollo de cáncer en los seres humanos.
El protocolo de Montreal entró en vigor en 1989 y solo controlaba la producción y emisión de cinco clorofluorocarbonados (CFC) y tres bromofluorocarbonados (halones), sustancias químicas que de acuerdo con las investigaciones científicas del mexicano Mario Molina y el estadounidense Sherwood Roland eran responsables de la destrucción de la capa de ozono, trabajo que los condujo a la obtención del premio Nobel de Química en 1995 por este importante aporte. Estas sustancias nocivas se empleaban indiscriminadamente especialmente en aparatos de refrigeración de uso masivo y sprays (neveras, cuartos de refrigeración, aire acondicionado).
El protocolo abarcó estrategias de evaluación sistemáticas y examen de las medidas de control que debían realizarse por lo menos cada cuatro años para concretar la información científica, técnica, ambiental y económica que orientarán la toma de decisiones de los países firmantes, para esto se crearon grupos de expertos que contribuyeron con el respectivo monitoreo. Producto de todo este trabajo, el protocolo fue objeto de revisión y enmiendas en 1990, 1992, 1995 y 1997 ampliando sus alcances con el control de la gran mayoría de sustancias químicas que pueden destruir la capa de ozono, además se crearon mecanismos de financiación internacional, impulso de acciones responsables en países en vías de desarrollo para la reducción del uso de CFC, halones y demás sustancias nocivas.
Producto de los grandes esfuerzos del PNUMA, de gobiernos comprometidos, ambientalistas, comunidad científica y educadores, la participación en el protocolo logró ser universal en 2009 cuando se registró el apoyo de todos los países del mundo y para septiembre del año pasado se había logrado eliminar el 99 % de las sustancias que destruyen el ozono. Gracias a una acción ambiental global, el protocolo de Montreal constituye un ejemplo a seguir en las distintas luchas que encierra la crisis ambiental que hemos generado particularmente desde la revolución industrial y la consolidación hegemónica de la sociedad del mercado de cuna occidental que estableció la ruptura radical con los equilibrios ecológicos de la naturaleza.
Si bien la lucha global que desencadenó el Protocolo de Montreal es un ejemplo emblemático, no se debe bajar la guardia. Aún quedan acciones por concretar partiendo de la educación ambiental que debe continuar impulsándose desde el ámbito local y global, pues dado que la capa de ozono está recuperándose y el conocido “hueco de la capa de ozono” en la Antártida se está reduciendo, los medios de comunicación en general y la ciudadanía parecen olvidar el asunto porque no se discute como antes. Grave error, pues pese a todos los avances del protocolo, aún existen excepciones de sustancias químicas que además de ser gases de efecto invernadero que influyen en el calentamiento global del planeta, también pueden afectar a la capa de ozono, se trata del óxido de nitroso y otros contaminantes de la atmósfera que aún representan un riesgo para todas las especies del planeta.
Leonardo Fabio Martínez Pérez
@LeoMartinezUPN
Doctor en Educação Para a Ciência Universidade Estadual Paulista Júlio De Mesquita Filho, (UNESP) Brasil. Profesor titular del Departamento de Química de la Universidad Pedagógica Nacional.
