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Vuelve y juega la aspersión con glifosato

Leonardo Fabio Martínez Pérez
24 de abril de 2021 - 03:00 a. m.

Nuevamente el país asiste a una gran controversia socioambiental alrededor de la reactivación de la cuestionable aspersión aérea con glifosato. El problema esencial consiste en la timidez con la que el Estado colombiano asume su responsabilidad política y ética para garantizar los derechos de la madre tierra. Si bien es cierto que Colombia cuenta con un importante conjunto de políticas y normas orientadas a que ciudadanos/as tengan un ambiente sano y reza la protección de la diversidad y conservación de áreas de importancia ecológica; agendas de los gobiernos de turno se distancian de forma decidida de proteger, conservar y sobre todo respetar la riqueza natural y cultural que posee nuestra nación a lo largo y ancho del territorio.

Después de un largo trasegar de luchas ciudadanas y jurídicas, sobre todo de alcance internacional, las aspersiones con glifosato se habían suspendido por el gobierno colombiano en octubre de 2015 tomando como base un informe de la OMS que calificó el químico con algunos riesgos asociados al desarrollo de cáncer en seres humanos. Seguidamente, comenzaron a dar frutos las acciones judiciales emprendidas por comunidades indígenas que claramente en su rol de defender a la madre tierra, radicaron una tutela en la que argumentaban serias afectaciones a la vida por la aspersión aérea. En el 2017 la Corte Suprema de Justicia ordenó al gobierno reparar los daños causados a la comunidad indígena Carijona y basándose en el principio de precaución estableció directrices importantes para el probable uso del glifosato con estrictos controles y lo más interesante, solicitó al Congreso la construcción de una nueva legislación que atendiera a estudios científicos y a consultas ciudadanas para regular de mejor forma la erradicación de cultivos ilícitos.

Para diciembre del 2020 existían más de 190 demandas activas frente a la fumigación indiscriminada, sin contar los 109 fallos judiciales que condenaron a la nación por algún aspecto asociado a las aspersiones con el herbicida, todo esto evidencia que existe un inconformismo real y concreto de varios sectores del pueblo colombiano frente a una acción peligrosa que trae más riesgos que beneficios.

Nuevamente, vuelve y juega la terquedad gubernamental que en cabeza del mandatario Iván Duque insiste en combatir los cultivos ilícitos con la peligrosa formula del glifosato. Con la firma del Decreto 333 del 6 de abril de 2021, a toda costa busca revivir una práctica que afectará claramente a la madre tierra, este parecería ser el mensaje desafortunado, justamente en el mes en el que conmemoramos el Día Internacional de la Tierra proclamado por las Naciones Unidas desde 1970, después de arduas luchas del naciente movimiento ambientalista internacional que logró concretar importantes compromisos internacionales con el posterior desarrollo de la primera Cumbre de la Tierra en Estocolmo en 1972.

No se trata de justificar a toda costa la aspersión con el control detallado de variables para que esta sea controlada y efectiva, o comprometerse a no realizarlas en lugares de conservación naturales, o establecer mecanismos para la reparación de los riesgos, en fin, un largo trasegar de compromisos que ocultan el trasfondo del problema, la falta de un compromiso real, ético y efectivo con los derechos del planeta y todas las formas de vida que habitamos en él.

Hay que insistir en acciones sustentables para enfrentar el problema de los cultivos ilícitos, esto significa confiar en las comunidades, en sus saberes, en sus experiencias, es decir, que es posible trabajar con los indígenas, con los campesinos que han padecido todas las consecuencias del narcotráfico en las regiones y con ellos buscar avanzar en la sustitución de cultivos ilícitos, la erradicación manual y especialmente en las transformaciones sociales de los territorios rurales, tal como fue previsto en el Acuerdo de Paz.

La esencia del problema y su posible solución está en rescatar el saber ancestral que aboga por la libertad de la tierra, en palabras de las propias comunidades indígenas del Cauca: Para nosotros, la tierra es la madre y contra ella se comete un crimen del que vienen todos los males y miserias. Nuestra madre, la de todos los seres vivos, está sometida, según la ley que se impone, tiene dueños, es propiedad privada. Al someterla como propiedad para explotarla, le quitaron la libertad de engendrar vida y de proteger y enseñar el lugar, las relaciones y el tiempo de todo lo que vive. Le impiden producir alimentos, riqueza, y bienestar para todos los pueblos y seres vivos. Los que se apropian de ella causan hambre, miseria y muerte que no deben ser. Le roban la sangre, la carne, los brazos, los hijos y la leche para establecer poder de unos sobre la miseria de todos”**.

* Rector, Universidad Pedagógica Nacional.

** Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, ACIN. (2015). Seguimos en Minga por la Libertad de la Madre Tierra.

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Celyceron(11609)25 de abril de 2021 - 01:14 a. m.
Doctor Martínez, muchas gracias por esta columna que nos lleva a reflexionar acerca de la importancia de la tierra y el respeto que debemos tener por ella, pues es quien nos sustenta. ¿Qué dirá el subpresidente de esta columna? Mentirá como lo hace en la ONU, con sus promesas de preservar el medio ambiente. Fumigar es un hecho, pasando por encima de las leyes y fallos que lo prohíben.
Luis(14946)24 de abril de 2021 - 08:34 p. m.
el narcotrafico genera rentabilidades tan altas que puede soportar cualquier tipo de pérdidas y sigue siendo negocio .. la única salida es su reglamentar todo el proceso de la cocaina y la coca .. igual que el alcohol que siendo el sicoactivo mas dañino ( ver estudios de NUTT en inglaterra) , está reglamentado y su traafico produce impuestos al estado . el consumo es otro aspecto del problema
Atenas(06773)24 de abril de 2021 - 03:43 p. m.
Y el frondoso retor d la norsidad pedagógica nal. hoy da en comentar de lo q' poco conoce o sabe mal. Y en su atrevimiento recoge, como todo docente, teorías de otros tan despalomados como estos sedicentes profesores. Y clara es la razón, lo suyo es de U. pública, y q' bien sabe la lección: al Estado hay q' entorpecerlo así sea con sandeces.
  • luis(89686)24 de abril de 2021 - 09:36 p. m.
    Atenas(06773) "como estos sedicentes profesores" recuerde que un profesor(a) le enseñó a leer a usted, a su madre y a su abuela.
LUISA(56192)24 de abril de 2021 - 01:16 p. m.
HACE MUCHO MAS DAÑO UN KG DE COCA en manos de narcoterroristas, que una tonelada de glifosato sobre terrenos que nunca han cultivado ni producido nada. Lo que llama la atención es que quienes mas se oponen e a la fumigación, poco usan las matemáticas y niegan el vinculo entre los capitales generados por la droga y los grupos terroristas.
  • Luis(14946)24 de abril de 2021 - 08:31 p. m.
    economía elemental ..la coca tiene un mercado y genera inmensas ganancias para las mafias . si restringen la oferta con la fumigación el precio ...sube ! las mafias contentas . La salida es clara y Única; es el modelo del alcohol que siendo la sustancia sicoactiva mas dañina está reglamentada en todo su proceso ..y su tráfico no genera violencia ni corrupción . el consumo es otra cosa
Pedro Juan Aristizábal Hoyos(86870)24 de abril de 2021 - 04:59 p. m.
Gracias señor rector. Esa no es la forma de acabar con el narcotráfico. Con este gobierno volvimos al pasado o es el mismo pasado uribista y ya tendremos la oportunidad de sacarlo del poder en las próximas elecciones
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