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Resistir colectivamente las violencias

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Leopoldo Múnera
25 de octubre de 2025 - 05:02 a. m.
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Durante la última semana, la Universidad Nacional de Colombia ha estado situada en el centro del debate público. Una serie de acontecimientos marcados por diversas formas de violencia han eclipsado los esperanzadores y, en muchos sentidos, inéditos avances en la democratización de nuestra institución, así como los logros alcanzados en el ámbito académico. Las situaciones controversiales no han tenido lugar fuera del contexto de las violencias estructurales y simbólicas que configuran la vida social en Colombia, violencias que se manifiestan en el ataque a los bienes comunes, en la persistencia de necesidades básicas insatisfechas, en la desprotección de grupos subalternos y en la reproducción de discriminaciones étnico-raciales, sexo-genéricas y capacitistas.

Nuestros campus, como partes vivas de la sociedad colombiana, no escapan a esas dinámicas; lo ocurrido recientemente no constituye una excepción, sino la confirmación de una realidad que atraviesa nuestra historia y cotidianidad. En este marco, solo los actos de violencia visibles, protagonizados por individuos o grupos identificables, tienden a recibir atención mediática y ser objeto de juicio. Las formas estructurales y simbólicas, más silenciosas y persistentes, permanecen en el trasfondo del debate y forman parte de la disputa en torno a las reformas sociales e institucionales necesarias para superarlas.

La actual administración ha procurado responder oportunamente ante los hechos violentos y también se ha encargado de promover estrategias como el Camino del Cuidado en la Sede Bogotá; no obstante, toda expresión violenta remite a una trama relacional más amplia, donde las causas estructurales y las dimensiones simbólicas se entrelazan con la cotidianidad de la comunidad universitaria y la sociedad en general. El proceso de democratización del gobierno y la vida universitaria, impulsado por la Rectoría e inscrito en el Plan Global de Desarrollo, busca precisamente incidir sobre esas condiciones estructurales que han impedido consolidar consensos duraderos, construidos a partir del reconocimiento de la diferencia.

Dichos consensos solo podrán fundarse en la deliberación, la sensibilidad y el respeto mutuo, en la capacidad de reconocer el disenso y tramitar los conflictos sin recurrir a la violencia, de manera que sea posible un proyecto realmente común. La Universidad Nacional ha comenzado a avanzar decididamente en esa dirección, aunque este propósito, aún inconcluso, constituye un desafío tanto para nuestra universidad como para la sociedad colombiana en su conjunto.

Mientras algunos sectores recurren a la violencia como forma de protesta, legitimando sus acciones con la referencia a la violencia estructural que padecen, otros la ejercen en nombre de la conservación del orden, un orden que no está exento de la misma violencia que pretenden contener. Sin embargo, como lo demuestran con contundencia las innumerables investigaciones académicas sobre el tema, la violencia no es un simple medio para alcanzar fines, sino una práctica social, que le da forma a la subjetividad e incluso es capaz de generar auténticos órdenes de la violencia. Cuando se ejerce de forma sostenida, termina minando la solidaridad y el diálogo, desplazándolos en pro de la pura eficacia técnica del uso de la fuerza. En ese terreno, solo prevalece el más fuerte; se extinguen las razones, los argumentos y aquellos afectos que podrían unirnos alrededor de un propósito común.

Esta misma lógica se proyecta en las formas que adopta la comunicación dentro de la comunidad universitaria y en la sociedad en general. Allí donde la palabra debería ser un puente para el entendimiento y la construcción de sentido compartido, emergen los ataques personales, los insultos, las descalificaciones y el uso premeditado de la mentira como instrumento de agresión. Tales prácticas no solo buscan deslegitimar al interlocutor, sino que también pretenden anular su existencia a nivel simbólico, negando la posibilidad misma del encuentro y del reconocimiento mutuo.

En las redes sociales, esta violencia adquiere una nueva textura, se difunde sin contención ni responsabilidad ética, desdibujando los límites entre la crítica legítima y la hostilidad, y contribuyendo, silenciosa pero eficazmente, a erosionar el tejido que sostiene nuestra vida compartida. De ahí que resulte urgente convocar a todas y todos los integrantes de la comunidad universitaria a rechazar las violencias, en plural, y a fortalecer los espacios de deliberación libre, respetuosa y democrática. Los llamados a la violencia y los discursos que exaltan la seguridad como principio supremo continúan hallando resonancia en distintos ámbitos, pues ofrecen beneficios inmediatos a quienes los promueven y capitalizan el miedo como recurso político. Sin embargo, su propagación va cercando, casi imperceptiblemente, los espacios de libertad que hacen posible la existencia misma de la universidad.

Cada vez que la violencia se normaliza o que el lenguaje de la dominación sustituye al del cuidado y la deliberación, se empobrece el horizonte ético e intelectual de la comunidad universitaria y se restringe la posibilidad de pensar y coexistir en la diferencia. Nuestra tarea común radica en transformar la Universidad Nacional de Colombia en un referente ético y político. Construyamos una universidad capaz de afirmar la diferencia, de habitar el conflicto sin convertirlo en violencia, de interlocutar entre quienes tenemos posturas diametralmente opuestas, sin reducir la relación con el otro a la enemistad absoluta. El antagonismo amigo-enemigo, connatural a sociedades autoritarias, no puede formar parte de un espacio llamado a garantizar la libertad de pensamiento, enseñanza, cátedra e investigación.

Solamente examinando críticamente las violencias que nos constituyen podremos resistir las políticas del terror y reafirmar, con cada gesto cotidiano, que la libertad, fundamentada en la deliberación sincera, la solidaridad y la empatía, es un elemento irrenunciable de la vida universitaria. Porque, como señalaba el filósofo neerlandés Baruch Spinoza en el siglo XVII, en medio de un clima de intensa zozobra e inestabilidad sociopolítica: “un pueblo libre se guía por la esperanza más bien que por el miedo, el que está sometido se guía por el miedo más bien que por la esperanza. Uno intenta cultivar su vida, el otro se contenta con evitar la muerte; uno intenta vivir su vida, el otro soportar al vencedor”1. Intentemos cuidar y cultivar colectivamente, con esperanza, la vida universitaria.

En cuanto a la sociedad colombiana, resistir colectivamente las violencias requiere de ella un examen profundo de las condiciones que las sostienen y reproducen en el tiempo. La Universidad Nacional, al poner en el centro la deliberación, el cuidado y el reconocimiento de la diferencia, ofrece un horizonte desde el cual repensar nuestras formas de coexistencia en sociedad. La superación de las violencias no se logra únicamente mediante la condena de los actos visibles, sino a través de la transformación de las estructuras y los lenguajes que las legitiman. Si la universidad logra perseverar en este esfuerzo, su experiencia se podrá irradiar hacia la vida social y política del país, pero lo anterior implica optar por cuidar en lugar de dominar, dialogar en lugar de acallar y compartir en lugar de excluir.

1 Spinoza, B. (2010 [1670/1677]). Tratado teológico-político – Tratado político (trad. Enrique Tierno Galván). Madrid: Tecnos. P. 215.

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Alex Rojas(22979)25 de octubre de 2025 - 08:41 p. m.
Que texto tan extenso. Interesante, sí, pero por favor cuidado con nuestro idioma, "interlocutar" no existe, no es un verbo. La redacción es tan redundante que no provoca continuar en su lectura. Ya está en la moda de "aperturar" y otras nuevo atentados contra el Español. Hablando de violencia
@;-)=B:-(=(4444)25 de octubre de 2025 - 08:13 p. m.
Larga columna para no decir mucho. Desafortunadamente, este rector está destruyendo a la Universidad Nacional. La constituyente la promueve con mentiras y de manera mañosa. Es una lástima que la Universidad esté declinando día a día; esperemos que no acabe destruyéndola.
Belcebú(10227)25 de octubre de 2025 - 06:57 p. m.
Pero dicen que este señor es apoyado por grupos violentos.
Eduardo Sáenz Rovner(7668)25 de octubre de 2025 - 06:48 p. m.
Caguaneando...
Alvaro Arturo Clavijo Alvarez(18888)25 de octubre de 2025 - 05:48 p. m.
El texto del señor Munera es el colmo del descaro. Nada más violento y antidemocrático que la constituyente que está imponiendo a la brava en la Universidad Nacional. Los encapuchados y los miembros de la línea dura del sindicato de trabajadores que están detrás de ese proceso amenazan a quienes difieren del proceso. Para que la Nacional sea un referente ético y político, lo primero que se necesita es que el señor Munera respete los procesos y las normas de la universidad.
  • Eduardo Sáenz Rovner(7668)25 de octubre de 2025 - 06:42 p. m.
    El rector Múnera se opone al Senado Profesoral, forma de gobierno académico en las sociedades liberales. Su "argumento" es que es un concepto "anglosajón". Prefiere un gobierno de montoneras al servicio de un mesías predicando desde el auditorio León de Greiff; además, ni sabe qué es un Senado Profesoral. Wassermann, como rector, también se opuso porque él si sabía que tal senado limita el poder del rector, especialmente de autócratas como él.
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