Publicidad

Daltonismo racial

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Leopoldo Villar Borda
05 de abril de 2024 - 09:05 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

El racismo está de regreso. El que manchó la historia de la nación más rica y poderosa del planeta. El que impulsó a toda una generación a levantarse y protagonizar una de las mayores gestas colectivas registradas en el siglo XX, con líderes como Martin Luther King a la cabeza. El que creímos derrotado el siglo pasado, cuando el Congreso de Estados Unidos interpretó el sentimiento de las masas al consagrar derechos negados por mucho tiempo a las minorías, en particular a la población afrodescendiente. El que parecía cosa del pasado cuando Barack Obama, el primer negro elegido presidente en más de dos siglos de vida republicana en Estados Unidos, llegó a la Casa Blanca el 20 de enero de 2009.

Todos esos acontecimientos marcaron el que parecía ser un cambio histórico en la vida de ese país. Pero la dura realidad nos está demostrando que, así como ha habido momentos de progreso, también los hay de retroceso histórico. No pasó mucho tiempo antes de que el lobo de la reacción ultraconservadora asomara las orejas en la sociedad estadounidense. Su expresión más cruda fue la aparición de Donald Trump en el escenario político y su desconcertante elección en la Presidencia.

Sin cumplirse todavía su temido regreso a la Casa Blanca, continúan los estragos que dejó su paso por ella de 2017 a 2021. Entre ellos sobresale esa especie de golpe de Estado judicial que representó la incorporación de dos magistrados reaccionarios a la Corte Suprema de Justicia, que hizo retroceder el reloj de la historia en más de medio siglo. Sentencias dictadas por la Corte desde cuando Trump nombró a Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett, en reemplazo de los fallecidos Antonin Scalia y Ruth Bader Ginsburg, han borrado avances sociales consagrados en la ley desde hace décadas y regresado a Estados Unidos a un pasado que casi nadie creía posible revivir.

En virtud de esas sentencias, Estados Unidos está viviendo una contrarrevolución silenciosa que puede resultar más duradera que los efectos de cualquier guerra. Mientras las explosiones de las bombas que siembran muerte y destrucción en Ucrania y Gaza retumban en todo el mundo, la callada acción de la Corte Suprema estadounidense está anulando conquistas por las que la sociedad civil luchó durante siglos y solo pudo alcanzar tras librar grandes y duras batallas.

Así como hace un año y medio la Corte puso fin a la célebre sentencia del caso Roe vs. Wade en favor del derecho al aborto, hace poco el máximo tribunal estadounidense eliminó la acción afirmativa adoptada por ley hace más de medio siglo para promover la diversidad racial en las universidades. Aquella fue una de las muchas iniciativas impulsadas durante la lucha por los derechos civiles desde 1960. Su objetivo era favorecer a los estudiantes de las minorías raciales tradicionalmente segregadas.

Entre las universidades que adoptaron esa política en sus sistemas de admisión estaban la de Harvard y la de Carolina del Norte, que fueron demandadas por una organización privada. La Corte Suprema dio la razón a esta última y al hacerlo dictaminó que la raza no debe seguir siendo un factor en el proceso de admisión a una universidad.

La magistrada Sonia Sotomayor, una de las que se opusieron a la decisión (aprobada por seis contra tres), dijo que con ella la Corte validó “una regla superficial de daltonismo racial” con la cual despojó a los miembros de las minorías raciales, segregados endémicamente, de la posibilidad de obtener beneficios fundamentales en compensación por la discriminación que han sufrido históricamente.

Estos son solo dos ejemplos de la acción regresiva de la Corte desde cuando su composición fue alterada en favor del ala más conservadora por los nombramientos de Trump. Es fácil anticipar lo que espera a la gran nación norteamericana si se cumple el retorno al poder, al parecer inevitable, del indeseable personaje.

Leopoldo Villar Borda

Por Leopoldo Villar Borda

Periodista y corresponsal en Europa
Conoce más

 

daniel(84992)06 de abril de 2024 - 12:45 p. m.
Causa asombro y temor ver cómo los dirigentes de una potencia de primer orden en el mundo, estén haciendo un gran esfuerzo por convertirla en un país tercermundista.
Chirri(rv2v4)06 de abril de 2024 - 08:39 a. m.
In abrazo, viejo man, gracias. Te ganaste mi saludo.
Juan(82042)05 de abril de 2024 - 11:55 p. m.
Esa gran nación? Q vaina.
Maryi(41490)05 de abril de 2024 - 08:40 p. m.
Gracias Leopoldo....
Maryi(41490)05 de abril de 2024 - 08:40 p. m.
La ultraderecha y sus tiranuelos --Trump, Putín, Natanyahu, Miley, Bukele, entre otros-- están de moda. Es un idicador de que esta especie ha empezado a morderse la cola. En simultánea, el planeta fisico se va degradando con el cambio climatico y el ser humano con su ego suicida e irracional. Qué bonito espectáculo el que vamos a ver en las próximas décadas. A los ultras del gusta la sangre y creen que los dollares se pueden digerir.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.