No se necesitó un día, ni una hora, casi ni un minuto para que la evidencia de los hechos derrumbara la falacia de que el triunfo de Gustavo Petro equivaldría a que el castrochavismo se tomara a Colombia para convertirla en otra Venezuela.
El espectáculo que presenciaron el 7 de agosto en la Plaza de Bolívar de Bogotá miles de personas —entre ellas, decenas de gobernantes y diplomáticos extranjeros— y que millones más siguieron en las pantallas de la televisión fue la primera demostración de la enorme diferencia entre la llegada de Hugo Chávez a la Presidencia de Venezuela en 1999 y la de Petro a la de Colombia hace menos de un mes.
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Por Leopoldo Villar Borda
Periodista y corresponsal en Europa
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