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El papa y los mocasines

Leopoldo Villar Borda

30 de julio de 2022 - 12:30 a. m.

Unos mocasines de niño fabricados en una comunidad indígena canadiense fueron el símbolo de la más reciente peregrinación del papa Francisco, realizada para pedir perdón por uno de los mayores crímenes que pesan sobre la Iglesia católica desde hace casi dos siglos.

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Los mocasines fueron entregados al papa a comienzos de este año por una delegación de indígenas canadienses que lo visitó en el Vaticano como un recordatorio de los niños de los pueblos originarios de ese país que fueron arrebatados de sus hogares y recluidos en internados católicos donde sufrieron maltratos y muchos murieron. El papa los llevó consigo en su viaje al Canadá y los devolvió a los indígenas en una emotiva ceremonia de penitencia y arrepentimiento en la cual recibió y se puso un colorido penacho indígena en señal de reconciliación.

La ceremonia se efectuó en el lugar donde estuvo el antiguo internado de Ermineskin, en la localidad de Maskwacis, cercana a Edmonton, la capital de la provincia de Alberta. Allí el papa transmitió un sentido mensaje de remordimiento por la participación de la Iglesia en el proyecto de destrucción cultural simbolizado por los mocasines. Habló ante centenares de indígenas, muchos de ellos ataviados con trajes tradicionales y penachos, y en presencia del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, y de la primera gobernadora general indígena del país, Mary Simon.

La tragedia de los niños indígenas ha sido motivo de diversos actos de rectificación en Canadá. En 2008 una Comisión de la Verdad y la Reconciliación equiparó el sistema de los internados a un genocidio cultural y el mismo año el entonces primer ministro, Stephen Harper, pidió perdón a los afectados en nombre del Gobierno, como también lo hizo después Trudeau. El Gobierno y la Iglesia, además, están indemnizando a las víctimas por mandato legal.

Se ha establecido que alrededor de 150.000 niños indígenas fueron separados de sus familias y forzosamente internados en escuelas financiadas por el Gobierno de Canadá y administradas por órdenes religiosas, en su mayoría católicas, entre finales del siglo XIX y 1996, cuando se cerró la última escuela. El propósito fue despojarlos de sus creencias y “asimilarlos” a la cultura dominante, incluyendo el reemplazo de su idioma por el inglés y el francés, las lenguas canadienses. Sometidos a abusos y trabajos forzados, más de 4.000 niños murieron y muchos otros desaparecieron sin dejar rastro. Otros cayeron en el alcoholismo y la drogadicción, problemas que persisten en sus comunidades.

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En sus palabras a los indígenas, pronunciadas en español y traducidas a los asistentes en inglés, el papa recalcó la petición de perdón por los abusos físicos, sicológicos y espirituales contra los niños cometidos por miembros de la Iglesia, mientras la emoción se apoderaba de los presentes.

El ejemplo del papa y la respuesta de los indígenas que lo acogieron deben ser motivo de reflexión para un pueblo como el colombiano, al que tanta falta le está haciendo una verdadera reconciliación. Hemos dado pasos importantes hacia esa meta y la coyuntura histórica que comienza es propicia para dar otros más.

El camino para alcanzar en el país la paz total, como la han definido quienes van a integrar el próximo Gobierno nacional, no es otro que el señalado por el pontífice romano en su humilde acercamiento a las comunidades indígenas agraviadas del Canadá: la contrición genuina de los responsables de la tragedia que hemos vivido y el compromiso sincero de construir la paz entre todos. No hacen falta grandes acciones sino gestos sencillos de profundo significado, como el que acaba de hacer el papa al devolverle a su pueblo los mocasines de un niño indígena desconocido pero no olvidado que, en las palabras del pontífice, “nos hablan de un camino, de un recorrido que deseamos hacer juntos”.

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Por Leopoldo Villar Borda

Periodista y corresponsal en Europa
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