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La otra mejilla

Leopoldo Villar Borda

28 de agosto de 2021 - 12:30 a. m.

En los evangelios de Lucas y Mateo se atribuye a Jesús haber dicho en su famoso Sermón de la Montaña: “No resistas al que es inicuo; antes bien, al que te dé una bofetada en la mejilla derecha vuélvele también la otra”.

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No ha sido muy generalizada la asimilación de esta enseñanza milenaria que buscaba, como tantas otras lecciones cristianas, frenar el círculo vicioso que se genera cuando al mal se responde con el mal. Esto es algo que se puede afirmar de la humanidad entera, pero que hoy cobra especial actualidad en Colombia.

Un episodio reciente, ampliamente divulgado y comentado en los medios y las redes sociales, nos mostró que la vorágine desatada por el repetitivo ciclo de odios, amenazas, muertes y venganzas que nos devoran está tan viva en estos días como en los peores tiempos de la Violencia con mayúscula que ensangrentó a Colombia desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.

Un grupo de ciudadanos comprometidos en la tarea de establecer las causas de la maldición que pesa sobre nuestro país desde hace más de medio siglo, encabezados por un sacerdote jesuita dotado de la paciencia de Job, ha recorrido caminos, buscado interlocutores y abierto diálogos con todos los que puedan contribuir, así sea en mínima parte, al éxito de su misión.

En su más reciente encuentro dieron el mayor ejemplo de tolerancia que se puede ofrecer en esta sociedad atormentada. Recibieron una bofetada, en sentido simbólico, cuando uno de los principales protagonistas del conflicto armado colombiano se negó a acudir a la sede constituida legalmente para recibir su testimonio. Y pusieron la otra mejilla al resignarse, en cambio, a visitar al personaje en una de sus propiedades, con lo cual se invirtieron los papeles de la diligencia.

Pero la historia no terminó ahí. Durante ese encuentro los visitantes recibieron un par de bofetadas más, una de ellas simbólica y la otra en forma de agresión directa a uno de los asistentes. Sin embargo, con su silenciosa aceptación volvieron a poner la otra mejilla.

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Me pregunto cuántos colombianos aceptarían pacientemente esta sucesión de bofetadas —que superaron en mucho la segunda sugerida por las palabras de Jesucristo—, como lo hicieron el sacerdote y quienes lo acompañaron en ese extraño evento. También me pregunto cuántos aprendieron la lección que se desprendió del extravagante episodio, digno de figurar entre los alucinantes acontecimientos que el creador de Macondo concibió con su genial inventiva.

En el pasado los colombianos vivimos otras experiencias dolorosas que fueron superadas a medias porque muchos de los protagonistas de la violencia no asumieron su responsabilidad. Antes bien, se ampararon bajo la sombrilla del Frente Nacional e ignoraron los crímenes de los años anteriores como si la Historia se pudiera echar al olvido. Lo que el país sufrió en el último medio siglo no será superado mientras algunos interpreten aviesamente las palabras del Sermón de la Montaña y piensen que pueden seguir abofeteando a los otros en forma indefinida, creyendo que los abofeteados van a seguir poniendo la otra mejilla.

Por Leopoldo Villar Borda

Periodista y corresponsal en Europa
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