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Los ricos también lloran

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Leopoldo Villar Borda
30 de abril de 2021 - 03:00 a. m.
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La prensa británica, que no se perdió ni el más mínimo detalle del funeral del príncipe Felipe de Edimburgo realizado el 17 de abril dentro del recinto amurallado del castillo de Windsor, reveló que la reina Isabel II llevaba ese día en su bolso, del que no se separó en los 50 minutos que duró la ceremonia, una fotografía de ella y su esposo tomada en 1947 durante su luna de miel.

Con este gesto cariñoso y nostálgico la reina descendió de su trono para situarse al nivel de los demás mortales. En su luto cerrado y sentada a solas en una de las bancas de la imponente capilla gótica de San Jorge, dejó de ser por unos momentos la soberana de Gran Bretaña, Irlanda del Norte y los dominios británicos más allá de los mares, para convertirse en una anciana viuda para quien los edificios reales llenos de oro, las joyas esplendorosas, los lujosos vestidos y tocados no fueron sino “rocío de los prados”, como llamó Jorge Manrique a la pompa y riqueza de los reyes en sus célebres coplas por la muerte de su padre, escritas hace más de cinco siglos.

La tristeza y soledad de esa viuda de 95 años, aislada de las tres decenas de sus familiares que asistieron al funeral, fueron visibles para los millones de personas que siguieron la transmisión de la ceremonia en el Reino Unido y el resto del mundo. La estampa solitaria de la reina, con vestido y sombrero negros y tapabocas del mismo color de acuerdo con su luto riguroso, contrastó con el despliegue espectacular de la Caballería, la Guardia y la Banda Granadera que rindieron honores póstumos al príncipe al paso del cortejo en medio de los jardines del castillo.

Aunque al otro lado de la muerte Felipe ya no podía apreciarlo, en el ceremonial se hizo todo lo que él había pedido, incluyendo el empleo de un vehículo híbrido Land Rover, uno de sus favoritos, para conducir el ataúd envuelto en su estandarte desde la capilla privada de la reina en Windsor hasta el mausoleo del príncipe Alberto, esposo de la legendaria reina Victoria, y luego a la capilla de San Jorge. Hasta el momento de su sepultura en la cripta de la capilla se siguieron minuciosamente sus instrucciones.

El príncipe, que en junio próximo habría cumplido 100 años, tuvo una salud frágil en tiempos recientes y a comienzos de este año fue hospitalizado por una infección no relacionada con el COVID-19, pero la noticia de su muerte no dejó de sorprender a la familia real y sobre todo a la reina. A principios de abril había experimentado una leve recuperación y se creyó que podría salir del hospital. No parecía inminente el fatal momento en el que Isabel II perdió a quien fue su marido y consejero durante 73 años.

El protocolo, que prohíbe a la reina llorar en público, la acostumbró a mantener su compostura hasta en las ocasiones más tristes, como la del funeral de su esposo. Llegó en su Bentley negro a la capilla, salió de él y entró al recinto sin dejar que se percibiera su emoción. Era una figura diminuta y encorvada, serena y circunspecta en medio de la solemne congregación.

En su situación privilegiada, Isabel II no es como las mujeres que al perder al cónyuge quedan expuestas a la pobreza porque el marido era el único proveedor del hogar. Sin embargo, la viudez la hará sufrir como a cualquiera otra la realidad de vivir sola. Esa realidad que sintió en el funeral y que en la intimidad de su aposento real seguramente le hizo soltar el llanto. Porque los ricos también lloran.

Leopoldo Villar Borda

Por Leopoldo Villar Borda

Periodista y corresponsal en Europa
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John(30701)01 de mayo de 2021 - 12:45 a. m.
Las monarquías no son más que unas cuadrillas de zánganos
Plutarco(kw2m3)30 de abril de 2021 - 11:01 p. m.
Insulsa, incongruente en el momento e intrascendente, con un ligero afán distractor que difícilmente logra...
daniel(84992)30 de abril de 2021 - 08:41 p. m.
Pensé inicialmente que se referiría a los riquillos gringos, a quienes Biden les puso el ojo para que se metan la mano al dril. O a los oligarcas colombianos cuya evasión de impuestos equivale a varias reformas monstributarias propuestas por Ratasquilla y su tétrico combo de malnacidos.
  • daniel(84992)30 de abril de 2021 - 08:50 p. m.
    Pero solo se trata de un moquiento y lacrimoso obituario de uno de los pocos parásitos que sobrevivieron hasta estos tiempos, ejemplares que basaron su existencia en supuestos cromosomas azules superiores y cuyas vidas feudales son imitadas burdamente por nuestra nobleza criolla, elegida por la masa embrutecida, ignorante y alienada.
Orlando(56030)30 de abril de 2021 - 06:37 p. m.
Esta columna es para reflexionar. He visto en el rodar del mundo a muchos con ínfulas de monarcas, príncipes, duques, barones que creen tener sangre azul pero solo orinan azul de metileno. Miran por encima del hombro a los demás mortales que no dan la talla y los ve uno emperifollados en cocteles donde lucen su vanidad con el oropel de la envidia porque no los invitaron al funeral.
HELBERT(40077)30 de abril de 2021 - 06:33 p. m.
Escrito inane
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