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“Nuestra película”

Leopoldo Villar Borda

23 de julio de 2023 - 09:05 p. m.

Hace varias semanas a los colombianos se nos empezó a ofrecer la oportunidad de mirarnos al espejo como nunca antes habíamos podido hacerlo, de rescatar la memoria de una realidad que solo conocimos a retazos en tiempo real y cuya magnitud no captamos en su momento porque los relatos fueron incompletos. Ahora podemos ver nuestro pasado como si lo miráramos por el ojo de una cerradura y examinarlo en un collage de imágenes de los noticieros de televisión de la época y fotografías publicadas en los medios impresos durante algunos de los años en los que la violencia se enseñoreó de Colombia. Ese collage, fruto de siete años de trabajo de la cineasta Diana Bustamante, es Nuestra película, la producción cinematográfica que se estrenó el mes pasado en las salas de cine del país.

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Son incontables las producciones fílmicas, las muestras gráficas y las narraciones relacionadas con nuestra historia de violencia aparecidas desde mediados del siglo pasado, pero pocas de ellas superan a Nuestra película como retrato de la parte más oscura de la vida colombiana. Abarca solo una década, entre los años 80 y 90 del siglo pasado, por la física imposibilidad de incluir las montañas de archivos acumulados en un lapso más extenso, pero los recuperados por Diana Bustamante sobre ese período son suficientes para apreciar la forma abrumadora en que la sangre de las víctimas de nuestros conflictos armados fue virtualmente arrojada desde las pantallas de la televisión y nos salpicó sin que fuéramos conscientes de ello porque la violencia llegó a ser tan generalizada que nos parecía normal.

Nuestra película es un aporte fundamental para despertar la conciencia de los millones de colombianos que todavía no han alcanzado el discernimiento necesario sobre la tragedia vivida por el país y por esto no sienten el compromiso que deberían con la reconciliación y la paz. También es una invaluable contribución para rescatar la verdad de lo ocurrido en nuestra patria durante los últimos tres cuartos de siglo, en sintonía con los esfuerzos encaminados a establecer esa verdad, como el que realizó la Comisión presidida por Francisco de Roux.

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Se atribuye al senador estadounidense Hiram Warren Johnson haber dicho en 1917 que “la primera víctima cuando llega la guerra es la verdad”. Pronunció esta frase cuando no había terminado la Primera Guerra Mundial, que según H. G. Wells fue librada para poner fin a las guerras. Ya se perdió la cuenta de las que siguieron, no solo en el campo internacional sino en el interior de muchos países, incluyendo al nuestro. A todas ellas se puede aplicar la afirmación.

Sin necesidad de remontarnos a los años 50 del siglo pasado, cuando el incendio de la violencia empezó a extenderse por nuestro territorio, es fácil apreciar cuánta verdad se ha perdido en los relatos, análisis y opiniones publicados en Colombia sobre lo que llevó a miles de nuestros compatriotas a jugarse la vida en el conflicto armado durante casi un siglo. ¿Acaso no es una mentira llamar “falsos positivos” a los crímenes atroces por los cuales deben responder los militares que los cometieron y los superiores que les dieron las órdenes? ¿No son tramposos los procedimientos utilizados por los personajes acusados de delitos como esos para buscar atajos legales y pretextos inventados con el fin de asegurar su impunidad? ¿No es equívoco anteponer siempre el adjetivo “supuesto” al calificativo de un delincuente cuyo crimen fue perpetrado a la vista de todos?

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Estas triquiñuelas no son nuevas, como tampoco la proclividad colombiana de tapar las conductas indebidas de quienes detentan el poder o son cercanos a ellos. Para conocer bien nuestra historia debemos destapar los entuertos que permanecen en la sombra. La mejor manera de hacerlo es mirar de frente la verdad, como lo hizo Diana Bustamante al escudriñar cientos de archivos, identificar las imágenes más propicias y armar con ellas su impresionante largometraje.

Por Leopoldo Villar Borda

Periodista y corresponsal en Europa
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