Es una verdad sabida que los taxistas conocen mejor que nadie su entorno, su ciudad y su país. Son los mejores guías turísticos, expertos en todo lo que le interesa saber a un visitante cuando llega por primera vez a cualquier parte. También son los que más saben de política. Por esto, la opinión de un taxista nunca se debe descartar.
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“¿Cómo ve la campaña para la presidencia en 2026?”, le pregunté hace poco a uno de ellos después de solicitarle que me llevara a un consultorio médico. “Muy sencillo —me contestó—, el próximo presidente será Iván. Después, seguirá María José. La izquierda va a gobernar por más de veinte años”. Naturalmente, hablaba de Iván Cepeda y María José Pizarro, la hija mayor de Carlos Pizarro. Mencionó solo sus nombres de pila porque, para él, son tan conocidos como si fueran de la familia.
En cualquier barrio popular de Bogotá (y seguramente también en otras ciudades colombianas), todo el mundo sabe quién es Iván: el que le ganó el pleito a Uribe; el que ganó la consulta del Pacto Histórico. También saben quién es María José.
El taxista estaba en su salsa hablando de política. Describía con pelos y señales a los principales protagonistas de la campaña por la presidencia que ya comenzó, como siempre ocurre en Colombia, mucho antes de la fecha señalada en el calendario electoral.
Iván es como era Jorge Eliécer para los taxistas de los años cuarenta del siglo pasado. No tiene rivales porque ya se ganó el corazón de los que confían en la izquierda. Los taxistas en los tiempos de Jorge Eliécer Gaitán sabían que él iba a llegar a la presidencia si no lo detenía un asesino. Lo que pasó. Y, curiosamente, Gaitán fue destronado de la Alcaldía de Bogotá por una huelga de taxistas.
Para los taxistas no valen las encuestas, ni lo que digan los pontífices de los cafés, ni mucho menos los políticos.
Sería interesante que los encuestadores hicieran un sondeo de la opinión de los taxistas para ver qué piensa la mayoría de ellos sobre las próximas elecciones. Sería un trabajo más fácil que cualquier otro sondeo, pues los taxistas están disponibles a todas horas y siempre se encuentran a la vuelta de la esquina.
La firma encuestadora que se le midiera a esta tarea seguramente obtendrá un resultado más cercano a la votación que con cualquiera otra medición. También dará a los ciudadanos una guía muy valiosa para conocer por dónde va la opinión.
Ignoro si esto se ha hecho en otros países. No sería mala idea que las firmas encuestadoras incluyeran entre sus trabajos un sondeo de los taxistas, pues en todas partes ellos están mejor informados que el resto de la población.
La explicación es muy sencilla: los taxistas se están moviendo todo el día, conduciendo a toda clase de personas de un lugar a otro, y a muchos de ellos les gusta hablar con los pasajeros. Cuando no tienen pasajero a bordo escuchan la radio y se enteran de las noticias. Así forman sus opiniones y estas van corriendo de boca en boca. El mundo de los taxistas es un foro abierto 24/7. Lo que no se conoce allí no lo sabe nadie.
Volviendo al taxista de esta historia, fue toda una experiencia apreciar su dominio del tema político. No se le escapa ningún personaje de la zoociedad que describió tan magistralmente Jaime Garzón: el arribista, el corrupto, el hipócrita, el sectario, sin excluir a ninguno de los que rondan el poder, lo buscan, lo disfrutan o lo malgastan. Está pintado para ejercer como libretista de otro programa de humor satírico como el del malogrado periodista asesinado en Bogotá el 13 de agosto de 1999.
Invito a los lectores a hacer el ejercicio de cambiar ideas políticas con el conductor la próxima vez que tomen un taxi. Se llevarán una sorpresa.
Por Leopoldo Villar Borda
