No es cierto que el atentado contra Miguel Uribe Turbay haya roto un cese de 30 años luego de la sucesión larguísima de magnicidios en la que fueron asesinadas importantes figuras públicas como Galán, Pizarro, Pardo Leal, Jaramillo, Antequera, Guillermo Cano, Manuel Cepeda y Jaime Garzón. Faltan varias, pero quise enumerar a las más emblemáticas, porque de resto se iría completa la columna dando sus nombres, qué vergüenza. Aún así, no me resigno a esa memoria selectiva que suele distinguir a los más célebres, y me permito evocar a los 4.616 inmolados y los 1.117 desaparecidos de la Unión Patriótica, en cuyos asientos del comedor familiar no volvieron a ser comensales. Tampoco olvido a los 6.402 jóvenes de los falsos positivos que “salieron a coger café”, y los abalearon y enterraron, hasta que sus madres hicieron aparecer sus huesos. La extinción de Gacha, Escobar y Castaño le puso un “hasta aquí” a esa racha trágica, que por supuesto no tuvo apenas a los tres mafiosos como autores, sino a algunos miembros de la alta oficialidad. Nunca olvidaré lo que le contestó a Carlos Ossa el general Samudio, cuando aquel le dijo “oiga, general, acaban de matar a uno de la UP”: “Qué vaina, es que son muchos”.
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Pero una mafia de modestos alcances del siglo XXI –un traqueto cucuteño–, atentó en 2018 contra Gustavo Petro, a quien alcanzó a salvarlo, en vivo y en directo –según video de Gustavo Bolívar, quien acompañaba al candidato–, el blindaje cinco de su automóvil, el que recibió tres impactos, uno en el parabrisas, otro en su propia ventanilla trasera y un tercero en el panorámico de atrás. Nunca olvidaré la displicencia del fiscal del momento, Néstor Humberto Martínez. Petro no quiso hacer ruido con el episodio que por poco se lo lleva. Inadmisible silencio.
Ahora que Petro es presidente, los precandidatos del Centro Democrático y el propio Andrés Pastrana, incluso antes de que llegara el cuerpo herido de Miguel Uribe a la Clínica Santa Fe, ya tenían muy claro al “autor” del atentado: “Petro”. Tantos años averiguando los autores de la muerte de tantos, para que ahora, al atentado contra uno solo, ya tengan en la punta de la lengua la identificación del “victimario”. Qué buen servicio y oportunidad para abrir sus campañas en urgencias de la Santa Fe.
A nadie se le ocurriría señalar como “autora” a una de las precandidatas del CD, quien antes del atentado fue tan fogosa en cuestionar los dineros de la víctima por haberse anticipado a las plazas a agitar su nombre como si ya fuera el candidato. Y, la verdad, este fue muy confiado, hasta el punto de que su esquema de seguridad era bastante precario. Supongo que a la UNP, a cuyo director Augusto Rodríguez algunos le quieren echar la culpa, lo cogió fuera de base ese atentado tan extemporáneo. Salvo que mantuviera lista una superpoblación de escoltas y blindados para tanto precandidato. Así no funcionan las cosas, y menos en un país donde un mundo de ex, olvidados por sus enemigos fantasmales de antaño, paralizan la ciudad con caravanas de motos y blindados como si acabara de ocurrir lo del Palacio de Justicia. Ni siquiera aquí el riesgo dura tanto. Que caminen, carajo, o que compren carro, y que devuelvan sus guardaespaldas a los que tienen cargando mercados y llevando a sus nietos al colegio.