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No hay que advertirle a nadie, porque todos estábamos advertidos. No es época de elecciones, la suerte está echada. Lo que se hizo y como se jugó así mismo es y así quedó. Pero se empieza a desenvolver lo que antes llamábamos el día de mañana.
Así, pues, existen grupos alevosos en distintas zonas del país como el que en días pasados proclamó en el Huila que, como ellos habían votado por Petro, tenían un claro derecho a tomar posesión de tierras ajenas y no necesariamente baldíos. Un gravísimo problema encara el nuevo Gobierno de extrema izquierda cual es el de la conversión en hechos francamente delictuosos de las frases y proclamas que en forma agreste agitaron la campaña electoral.
Cómo manejar lo prometido. Deben decir: lo peor que nos pudo haber pasado fue que ganamos. Qué papel irá desempeñar, y ya sin dilaciones, el más sorpresivo ministro que escogió Petro, el de Defensa Nacional. Un jurista de marca mayor, un hombre tan recto como su espina dorsal, tan severo como los temibles ojos que asoman tras los lentes de botella de Iván Velásquez. Si les da unas horas a los intrusos para el desalojo y estos toman a burla su ultimátum y si el presidente no respalda al riguroso ministro, tendríamos al primer renunciado del nuevo régimen. De lamentar, pues es de los pocos que aún representan a los muchos que votaron contra el actual estado de cosas.
Y en qué iremos con el derecho de propiedad. Ante el irrespeto de los invasores, ¿lo irá a hacer respetar el propio Gobierno? Está por verse. Se espera algo del ministro de Defensa, pero tanto o más de los de Gobierno y Justicia. Si el modelo es Chávez, preparémonos para escuchar el “¡exprópiese!” atronador.
Ningún respeto es de esperarse de los revolucionarios del Eme ni de los seguidores de Francia, que ya ni asiste a los encuentros de reflexión con Petro, en materia de seguridad jurídica para quienes están respaldados por documentos de propiedad.
Este derecho es tan antiguo como la ley misma y quienes lo irrespetaron por años —enormes economías en países sojuzgados— han ido regresando a su vigencia porque sencillamente es motor del desarrollo, de la vida comercial y útil, de modo que todos vivan con el esfuerzo, así sea egoísta, de quienes innovan, fabrican y construyen, pero cuyo resultado es en esencia, y necesita serlo, de beneficio colectivo. Con la propiedad de la fábrica de calzado nadie se mete, pero el producto conviene al usuario que se dedica a otras cosas igualmente útiles. Es en alguna medida el desarrollismo, mientras se desenvuelve en sentido contrario al decrecimiento.

Tema tan dramático como chistoso es que a la invasión en las cercanías a Neiva le han colocado un vistoso letrero que dice: “Asentamiento Gustavo Petro”.