La inteligencia artificial (IA) no está todavía plenamente perfeccionada en todas sus posibilidades, pero son muchos los productos audiovisuales que ya la utilizan, lo que se nota en Facebook, Instagram, WhatsApp y X. En estas plataformas se advierte mucho su presencia por la sospechosa “perfección” de ciertos textos e imágenes, verbigracia, los contenidos de mascotas (gatos, perros, etc.), que son los que más veo, y como el algoritmo me ha pillado esa debilidad, me los provee en abundancia. Últimamente están en boga los de osos y leones que se meten a las casas por las ventanas y, cuando están a punto de darle el zarpazo a un bebé, salta el gato de la casa ñarreando y los pone en fuga horrorizados. A causa de eso, yo, que tengo cuatro gatos, me enorgullezco del potencial de su fiereza y me siento con todo un esquema de seguridad, al menos contra bestias que son muy improbables en Bogotá. Y evoco a Neruda, quien escribió un poema al gato en el que lo llama “detective de las habitaciones”. Pero detective apenas, no atacantes serios. Son ficciones muy divertidas y bien hechas; el problema es que se quieren hacer pasar como documentales realistas.
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Sin embargo, me pregunto cuál puede ser el motivo para que, cuando llega un plomero, mis gatos sean los que se esconden debajo de las camas y en las estanterías de los roperos, y reaparecen solo cuando el profesional ha resuelto el daño del goteo. Aun así, me gustaría averiguar con un zootecnista si lo temible de la especie gatuna es cierto o si sus proezas se deben a las historietas hechas con IA. En este caso, para no sobredimensionar la reputación de estos felinos domésticos, debería pedírseles a quienes hacen este género de entretenimiento poner una marca que diga “AI” o “IA”. De resto, puede estarse fomentando una falsa demanda de adopciones de gatos como guardianes de la casa, lo que no es justo con ellos, que ya ni ratones cazan, pues lo que hacen es ponerse a jugar con ellos. Así, por lo menos, son los cuatro míos, que son gatos del siglo XXI. A menos que a mí me hayan tocado los cuatro gatos más cobardes del mundo, con los que yo me hago la ilusión de que mi apartamento es todo un “Animal Planet”.
Esto del mundo animal es muy falso, y por eso veo poco de ese género en televisión, desde cuando un director ruso de ese tipo de programas me contó que “la mayoría de peripecias son puestas en escena”: una cebra a la que se devora un caimán es porque se la ponen de carnada a este, rompiéndole una pata y puchándosela en la orilla al saurio para que la arrastre al agua de un tarascazo. También hay cachorros de antílope a los que hieren en zonas de águilas para que vengan estas en majestuoso vuelo a “cazarlas” y se las lleven al cielo en sus garras.
También con IA se están haciendo “documentales” o puestas en escena, género bastante precario. He visto en YouTube cuatro sobre Petro y uno sobre Iván Cepeda. Muy falsos, con personajes no colombianos, voces robotizadas y textos de un estilo literario tipo Google, soso y extenuante. El casting en el de Cepeda, para representar pueblo oprimido y con urgencias de empleo y vivienda, son actores con aspecto y vestimenta de CEOs de marketing digital. Ese no es el gusto de Cepeda en publicidad. Debió ser un contrabando de algún realizador que pretendía mostrar la “amplitud” política del precandidato. Más cuidado en eso.
