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Los ultra ricos, por lo regular, no se ofrecen mucho a la vista. Por miedo, por prudencia, por cierta vergüenza o asco frente a tanto pobre, por lo que sea. Pero en la posesión de Trump tuvieron que exhibirse, al menos algunos de ellos, entre los pocos que son. Ahí vimos en primera fila a Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y Elon Musk. Al último veníamos viéndolo mucho en los últimos meses, pues se la pasa por todo el mundo ostentando su fanfarronería. Le dicta la política, definitivamente, y lo prueba el hecho de que le aceptó la chanfaina que Trump le ofreció. Pero ya deben estar de pelea, pues Trump, tres días después de nombrarlo, dijo en Davos que va a incentivar los carros de gasolina y le va a trepar el costo a los eléctricos. Es el ídolo de Milei quien sacó un tiempo para viajar a conocerlo y, al verlo en persona, el hincha fervoroso entró en un rapto como de quinceañera frente a un Rock Star. Incluso se olvidó de presentarle a su hermana, que lo acompañaba.
Jeff Bezos es más recatado, e igualmente Zuckerberg, a quienes Trump debió haberlos presionado para hacer acto de presencia. Entre otras cosas, porque el otra vez presidente no clasifica en el club de multibillonarios mundiales, pues es apenas un tipo acomodado que tal vez ni figura en Forbes.
Es probable que los tres magnates se hayan dejado manosear por un presidente –o mejor, El Presidente de la mayor potencia del mundo occidental–, a causa de los rumores de que “el mundo está tomado por la izquierda”, simplemente porque para ellos el comunismo se agazapa hasta en un derechista de centro, tipo Biden, y ni qué decir que el propio Obama se les antoja el mismísimo Ayatollah. Suelto de lengua, lo que no es raro en él, Elon Musk dijo que el premier británico “era un derechista tibio”. Y se alegró, simple invento suyo, de que “Europa va a terminar en guerra civil”. Con todo y sus exabruptos, el propio Trump debe estar pensando que se le fue la mano.
El hecho es que ahí estuvieron el dueño de Facebook, el de Amazon, el de X, legitimando el proyecto maximalista de que hay que volver por los fueros del “Destino Manifiesto” del primer Roosevelt, Teddy, esto es, el derecho a expandir su territorio por todo el mundo, como si ya no tuvieran una parte de él. También les vendió el cuento de la doctrina Monroe, aquella de “América para los americanos”, toda una doctrina de xenofobia contra los no blancos. Y por supuesto el resto del kit trumpista: la “limpieza étnica” tipo Ku Klux Klan, y las “deportaciones masivas”, solo que, a diferencia de las hitlerianas, perdona al sionismo y sacrifica a los provenientes del planeta pobre, con preferencia a los mexicanos y panameños. También, el supremacismo heterosexual –”solo hay hombres y mujeres”–, homofóbico y adverso a la diversidad sexual conquistada por las resistencias de género en los últimos cincuenta años. Y el hegemonismo extractivista de los hidrocarburos, depredador de la naturaleza. Y el negativismo frente al cambio climático, causante de la extinción en marcha de la tierra. El no rotundo al papel del Estado en la salud, el no al Pacto de París y a la OMS. Esta logia de billonarios ni se imagina lo que se les viene encima y, posiblemente, esta es la hora en que ni se han dado cuenta.
