Hay una oleada de odios retroactivos en el mundo que no logro explicármelos bien. Normas y odios descontinuados, a manera de arqueología punitiva que se esgrime contra cierto tipo de grupos sociales. ¿Será que en el nuevo orden internacional los autócratas recientes todavía no han logrado elaborar el discurso correspondiente y mientras tanto acuden a causas añejas? Por ejemplo, Trump acaba de aplicar un vejestorio de ley “contra enemigos extranjeros de Estados Unidos” –promulgada en 1798, en tiempos de piratas–, para quitarles la protección a los inmigrantes venezolanos y sacarlos a todos del país. Para él, todos los de esta comunidad son del Tren de Aragua, cuando los ferrocarriles, como los conocemos hoy, ni siquiera existían en el siglo XVIII. El hecho es que ha emprendido en pleno siglo XXI una cacería que mantiene escondidos a 1’200.000 ciudadanos de esa nacionalidad, que no es la única.
También está haciendo batidas anacrónicas contra los cubanos que se embarcaron por miles –mediante un acuerdo firmado por los gobiernos de Cuba y Estados Unidos–, en 1980, es decir, hace 45 años. En esa crisis, que se llamó del Mariel, fue que se inspiró la película Scarface, con el personaje de Tony Montana interpretado por Al Pacino. Esta cinta es un clásico ya, una verdadera reliquia sobre una época que ni siquiera suscita en Cuba rencores, como eso de llamar “escoria” a los que viajaron por entonces. Lo paradójico es que Trump es quien los llama escorias ahora cuando, recién llegados allá, recibieron el nombre cariñoso de “marielitos”. Si los devuelve a Cuba, serían una legión de ancianos encadenados.
Otro episodio de nostalgia fue el retorno a Colombia de Carlos Lehder, el primer miembro del Cartel de Medellín extraditado a Estados Unidos (1987), donde purgó 33 años de cárcel. Lehder fue condenado a cadena perpetua, pero la rebaja la obtuvo por servir de testigo contra Noriega, el de Panamá, a la que invadió Bush padre un poco después. Lehder debe estar ansioso por viajar a Armenia, a reencontrarse con su “Posada Alemana” y con la escultura horrible de John Lennon, que ya son ruinas y rastrojo. En El Dorado lo detuvo Migración Colombia, por posibles cuentas pendientes con la justicia colombiana. Raro que por una cadena perpetua conmutada siga debiendo delitos en este país.
Como un Drácula del siglo XXI, Juan Carlos Pinzón (les ayudo con la memoria: fue Ministro de Defensa y embajador en Estados Unidos hace años) corrió la tapa de su féretro político y alcanzó a ver al vicepresidente de Estados Unidos en Groenlandia, guapeando por la seguridad, y se dijo: “Aquí me apunto”, y salió de ese olvido milenario a hacer su segundo debut, a ver si se acuerdan de él ahora que hay encuestas presidenciales. El pretexto, un programa de RTVC donde entrevistaron a Sandra Ramírez, senadora de Comunes, quien hizo evocación de su compañero Manuel Marulanda, en una escena donde el comandante de las ex-FARC acaricia a un pajarito. “¡Ese es un asesino!”, bramó.
El presidente Petro también hace revival en sus odios: hace poco, en un discurso, fue displicente con sus aliados comunistas del Pacto Histórico (y creo que con los de la UP y de Comunes). No es la primera vez que los desprecia como una inmigración mamerta de la Revolución de Octubre. ¿Es que lo chic sigue siendo el M-19?. Y después se queja de Katherine Miranda.