UNA COSA SON LAS BASES Y OTRA muy distinta meter baza en la Justicia. Y es lo que ha hecho, sin escrúpulos, el embajador norteamericano, William Brownfield, una vez conoció el pronunciamiento favorable al almirante Arango Bacci por parte de la Fiscalía y de la Procuraduría General de la Nación (a cargo esta última de “Laureano Gómez” ).
Buenos estamos si la presión sobre los folios judiciales viene olímpicamente del representante de Washington. Ya tendrá Fidel mayores argumentos para llamarnos “anexados” y Chávez, su impaciente sucesor, esclavos o qué sé yo del Imperio.
No. Con la Justicia, no, señor embajador. Ya bastante tiene el Poder Judicial con soportar los denuestos de un Ejecutivo rabioso e insubordinado a la necesaria armonía y respeto constitucionales. Ingrese usted al juicio, si es posible, como parte civil o como coadyuvante de la denuncia, pero mal le queda la injerencia por medio de declaraciones o su presencia en encuentros de jueces nacionales, en donde no se sabe con qué móviles y títulos participa.
El caso del almirante lo definirá la Justicia colombiana, sin ayuda externa. Hartos ires y venires ha tenido este proceso, entre pruebas dactilares y sobrepuestos artificiosos, sin que al parecer aparezca nada contundente en su contra. Aparte de que resultaría inverosímil, dada la prestancia militar del reo. Opinión a favor, que bien puede expresar un ciudadano; sin que quepa la del importante vocero norteamericano en contra, en tan críticos momentos de la cooperación de su país con el nuestro.
A propósito del dicho de Fidel, según el cual hemos sido “anexados al Imperio”, frase balbuciente en el otoñal patriarca, bien estaría rememorar la vieja y tal vez olvidada inclusión de la isla en el bloque soviético. Para entonces no sólo bases, donde operaran soldados rusos, sino misiles ensamblados y dirigidos a Norteamérica, fueron instalados en Cuba. ¿A qué viene tanto celo con nuestro país amenazado?
Es de esperar que Mister Brownfield no nos haga sentir sojuzgados y que no nos dé a entender que si bien se le tendió la mano, al admitir dócilmente la presencia en las bases, él se tomó el codo, al asumir la Justicia colombiana por asalto.
