Hay conmoción. Se produce un dolor que podría llamarse “un dolor católico”. Es nuestro jefe. Sin excluir a nadie –que eso es muy feo– es el santo padre el primero entre los nuestros. Él sí que es un jefe de estado, del estado de nuestra conciencia, sin ánimo de imposición a otros credos muy respetables. Enemigos de la Iglesia, en este punto y hora, se zafan de este escrito. Muchos fanáticos –y mal puedo llamarme así, yo que he sido a un mismo tiempo crítico y fanático– le hacemos daño a nuestras creencias con estas manifestaciones papistas.
Mucho nos duele el dolor del papa. Como nos han tocado papas buenos (en la historia los ha...
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