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UN DÍA COMO HOY LOS PERIODISTAS que han escrito ayer no saben qué decir. Las resultas del día electoral les son desconocidas y las cosas han podido variar todos los grados de la esfera.
Hablemos, pues, de algunas pequeñas cosas, vividas en los días próximos a la fecha de las definiciones. Por ejemplo, enrutado al sur por la autopista norte, alcé la vista a un cartel o valla, de verdad hermoso, tocado de un fondo azul celeste, con un letrero grande y escueto: “Presidenta”.
Tremenda síntesis publicitaria. Ni el nombre de la candidata, mucho menos su retrato de diva; tampoco el grupo político, apenas sugerido en aquel azul ultramar. Yo diría que si hay premios a la publicidad política, éste sería ganador a todas luces (“Presidenta”, ¡vaya valla!).
Los asesores de imagen del candidato Rafael Pardo, serio, experimentado, lograron que brindara alguna sonrisa —triste, sin remedio— a la publicidad. Un buen corte de pelo lo hizo ver bastante mejor en las últimas del debate. Pesar por un grande de Colombia, que no cabe en la escudilla vulgar de los sondeos.
Gustavo Petro no desinstaló su arrogancia, aunque, a lo mejor, es necesaria en persona de talla baja. Hay que recordar a Carlos Lleras Restrepo, quien nunca miró hacia sus interlocutores, los que debían agacharse para escucharlo, cuando, además, usaba el menor tono de su voz. Petro ha evolucionado con la madurez de los revolucionarios, cuando se aproximan al poder.
Mockus, el pensativo. Se le veía ensimismado en los debates. Él está hecho para eso, para pensar, pensar y pensar. Y a fe que lo hace bien cuando está “documentado sobre el tema”. Su desconocimiento constitucional pudo, sin embargo, afectar su elección, si en algo se afectó. O, vaya uno a saber, si la ola verde-limón (qué color tan horrible) lo lanzó a alturas indecibles, de las que tendría que bajarlo la realidad del gobierno. Me permito dudarlo.
Santos, el nuevo tío. Al doctor Santos (entiéndase Eduardo, años cuarenta) se le conoció siempre como El Tío. Un libro de un señor Marín llevó ese nombre, con infidencias apócrifas e infamantes. Atisbé ese libro, sin embargo, en los estantes de doña Pilar Moreno, la famosa bibliotecaria, autora del no menos famoso Santander. Pues bien, ahora el tío soy yo, dirá el persistente don Juan Manuel, en caso de llegar al poder.
Vargas Lleras, la prometida sorpresa, el más presidencial, fruto de su estirpe, voz fumadora, viril, gustador a las damas, víctima corajuda de la violencia guerrillera, susto de Chávez (porque Santos más bien le sirve a sus fines) y, últimamente, gran denunciante de trapisondas oficiales.
Sin presagios, entrego esta columna en vísperas electorales.
