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“¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?” Es la pregunta como “le dio la gana” redactarla al presidente Santos, para ser respondida con el Sí o con el No en el plebiscito.
Con ella cree haber cumplido con los requisitos de la Corte, sin darse cuenta de que ha incurrido en una pregunta que induce la respuesta afirmativa, dados los bienes de una paz estable y duradera, sugeridos en ella.
Es una de las formas de interrogatorio descartadas en la prueba testimonial porque le oculta al interrogado lo que no se quiere que vea, en este caso, la maraña de concesiones lesivas de la institucionalidad, que han sido disfrazadas de paz estable y duradera. Aquí no se pide opinión sobre los acuerdos ni se está dejando ver cómo y de qué manera vergonzante se consiguió el convenio de cesación de la guerra y las hostilidades.
Aunque el mandatario dice que él redactó la pregunta como quiso, fueron otros seguramente los que la formularon, pensando que con el mero hecho de incorporar el encabezado del acuerdo final bastaba para saber sobre lo que se estaba preguntando. Pero nadie conocía ni conoce el voluminoso pliego, salvo especialistas, ni mucho menos su encabezado, de por sí sugestivo, como suelen ser los títulos de los proyectos de ley o académicos.
Muchos han llamado “mamotreto” lo que finalmente se ha dado a conocer, por su extensión (ni que vengan a decir que se adiciona a la Constitución Nacional), por su lenguaje abstruso e ilegible, comenzando por la letra menuda en que toca publicarlo. Es en realidad un contrato de adhesión, de los que por coartar la voluntad contractual, son anulados en el derecho civil.
Al establecer de forma tan explícita que el resultado del voto afirmativo es la paz estable y duradera, se está descartando la opción por el No, pues, a contrario sensu, éste conduciría a la guerra o a una paz inestable y pasajera.
Por qué no preguntar con sencillez si se aprueban o no los acuerdos de La Habana, claro que ello demandaría explicitar por cuáles se estaría preguntando, ya que el bloque todo es enorme ladrillo, que, como digo, seguirá siendo ilegible al tiempo que sustitutivo de la tradición jurídica de la Nación.
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Tintero: de mal humorista me tilda el copresidente, don Enrique Santos. Tiene razón, debo ser malo en cuanto no soy ni pretendo ser humorista; aclaro, estos escritos no son textos de humor. Son mi opinión más seria sobre algo muy serio que está pasando en el gobierno Santos: la adición y sustitución de la Constitución Nacional por un mamotreto de 297 páginas, convenidas bajo el alero de la dictadura cubana. Pero habrá que acomodarse a que el antiguo amigo, el escritor rebelde, encarne ahora mismo al nuevo régimen.
