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DIJO EL PRESIDENTE URIBE EN SÃO Paulo que sigue atormentado por la disyuntiva de dar un mal ejemplo a las generaciones por venir si permanece en el cargo o dejar de cumplir con el deber de llevar a cabo y a feliz término sus políticas.
Daría la impresión de que ningún presidente antes de él hubiese tenido políticas que debieran continuarse (incluso los que tienen estatua, como la espantosa de Carlos Lleras en la Jiménez) y que todos y cada uno faltaron a su obligación con el país y consigo mismos, cuando entregaron el poder, sumisos a la Constitución Política de la Nación.
Por la puerta que da a la carrera séptima o principal del Palacio de la Carrera salieron, en traje de calle y posiblemente calado el borsalino, presidentes como Ospina Pérez o Alberto Lleras, luego de recibir con una copa de champaña al presidente entrante o bien de modo más austero. Silenciosos, sencillos, un ligero bullicio en las calles, mientras abordaban el auto particular. El pueblo admiraba la transición democrática.
El entrante llegaba fresco, el tricolor bajo el chaqué, quizás un tanto acalorado por la caminata desde la casa de doña Anita Rodríguez Fonnegra, almorzado de ajiaco (eso les daba ella, “para que no tuvieran que ir al water”, según sus palabras ). Me refiero al entrante, cuando podía entrar, porque en el caso de Uribe Vélez, el presidente y su familia debieron permanecer al frío de Cruz Verde, mientras los de seguridad desactivaban la casa presidencial.
Con gestos nerviosos, César Gaviria arrojó al piso el sombrerito de doña Jacquin de Samper, primera dama entrante, en el abrazo de saludo y despedida. Sí, de despedida, porque los presidentes de antes se marchaban, se iban (parece mentira) a retomar su vida privada.
Por lo visto Uribe prefiere dar un mal ejemplo a las generaciones colombianas de hoy y del futuro, que consiste en el antecedente de que la Constitución Política se cambia a merced de los caprichos del mandatario y de sus ambiciones de mando.
Por lo pronto, el período presidencial dejó de ser de cuatro y pasó a ser de ocho años, pues todo el que llegue querrá ser reelegido. Ni piense el propio promotor de la reelección que se le respetará el turno que desde ahora aparta para 2014, como plan B de su aspiración a quedarse por 12 años.
No se sabe dónde está la población colombiana (con excepción de la diezmilésima parte de ella, que se encuentra respondiendo encuestas ). ¿Dónde está el líder unívoco y sacrificado, capaz de enfrentar al poderoso usurpador?
La Colombia democrática, la civilista, la respetuosa de la Constitución Política y del Derecho Internacional quedó atrás. La puerta sobre la carrera séptima extrañará al Cincinato que se retira, cumplida su labor pública.
