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Víctima fue del asma Gabriel Turbay Abunader, en noviembre del año 1947. No que se quitara la vida, desengañado como estaba, sino como bien lo contó el gran Abelardo Forero Benavides, en conmovedor relato sobre la desaparición del hombre que de niño admiré de la chaqueta cruzada y las gafas al aire.
Es muy curioso por qué, habiendo sido este columnista de familia conservadora, Turbay, candidato liberal, también llamado “el turco”, atrajo mi atención de dibujante y observador de la política y sus personalidades. Murió Gabriel tempranamente a sus 46 años; fue por lo demás dramática la forma como la revista Semana de Plinio Mendoza Neira refirió el doloroso acontecimiento: “En una habitación del hotel Plaza Athénée de París falleció un colombiano eminente, quizás entre todos los de su tiempo el más eminente, la colonia colombiana colocó sobre su cadáver una bandera”. Creo no necesitar la consulta de las cosas confiadas a la memoria como recomendaba Argos, ya que de niño había aprendido ese relato conmovedor. Pero ¿qué había pasado? Que Turbay Gabriel se había hecho a la idea de ser el presidente que continuaría la hegemonía liberal en 1946. Su decepción había sido mayúscula. El propio Abelardo Forero lo había visitado el día siguiente en el hotel Granda, su residencia habitual, para acompañarlo en la derrota. El desengaño de Turbay no viene a cuento, pero no hay que acomodar la historia como lo hizo el presidente Petro hasta colegir que el caso de este Turbay hubiese sido un suicidio.

En un deshilvanado discurso creyó el presidente oportuno mencionar al “árabe”; el apellido puede ser el mismo, pero no hay parentesco. La ignominiosa lluvia de balas que cubrió a Miguel Uribe Turbay no se parece en nada al desengaño electoral del otro Turbay. Se parecen las épocas electorales: aquellas habían pasado cuando Turbay murió desilusionado; estas de ahora ni siquiera han llegado, cuando un joven en la adolescencia del poder es violentado y despojado de toda posibilidad de realizarse en el mando político.
Es dolor muy grande el que se siente por el daño que se le hizo. Al momento de escribir esta columna, Miguel se encuentra luchando por su vida en una UCI del gran hospital de Bogotá. Ha sido valiente como pocos; su igualmente valerosa mujer mantiene el fuego de la oración, al cual nos hemos unido. Ojalá al precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay no le suceda lo mismo que a Gabriel Turbay Abunader en el libro que acabo de recibir (El presidente que no fue, Universidad de los Andes 2025, de Olga Lucía González), aún sin descifrar en cuanto a su sentido político pues no acabo de leerlo todavía, pero me parece a simple vista una necesaria e histórica recordación de aquel hombre del hotel Granada, gafas luminosas y traje de corte recto y cruzado, a quien admiré y dibujé desde niño.
