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La revolución de octubre

Lorenzo Madrigal
22 de mayo de 2023 - 02:05 a. m.

Octubre, el mes de octubre, está lejos. Mes de definiciones electorales y de recuerdos bolcheviques. Me refiero a las simplonas elecciones llamadas regionales en nuestro país, dentro de un régimen que alienta ímpetus revolucionarios y que, sin duda, la comprobación de octubre próximo lo puede reforzar o desforzar.

Revolución de octubre suena a tema para que, con los datos históricos puestos en mentes creativas como fue la de Forero Benavides o es la de Juan Esteban Constaín, se relatara todo aquello de los zares y de la princesita Anastasia, sabiéndolo hacer como ellos; ¿recuerdan el cruel asesinato, en pose fotográfica, y la duda, como de Agatha Christie, de si la chicuela quedó viva, si sobrevivió? Atrocidades para memoriosos contadas sin la sangre y el horror recientes porque el tiempo huye y voltea las páginas más espantosas.

Esto de nosotros, en octubre, es aún pacífico, sin zares de por medio, sin Lenin ni similares, con ganas, sí, que tienen quienes han ganado de cambiar lo establecido. Por ahora se busca hacerlo y consolidarlo por medio de elecciones en democracia, con aprobación hasta de nuncios papales, que conmemoran hechos luctuosos y violentos.

Si las cosas no funcionan como parece que no fueran a funcionar, dados los estropicios con que se está encontrando el Gobierno y Roy por fuera, otros recursos hay de viva fuerza para ganar a como dé. Sin acusar al registrador del Estado Civil, quien por ahí anda, muy amigable y compañero de celebraciones con el elegido presidente Petro, muchas dudas volaron en anteriores comicios acerca de los cientos de miles de votos que aparecieron en favor de una sola de las huestes políticas y estas favorables a quienes hoy son campantes triunfadores. Los veo alegres todos en la instalación de jefes de Policía, unos mitómanos exorcistas y otros vueltos a vestir el uniforme oliva con ideas amigables al nuevo régimen.

La revolución de octubre

¿Qué pasará en elecciones? Cuiden las canastas electorales. Todavía hay cantidades contables en papeletas, por cierto, en unos papelones inmensos, para expresar la voluntad de un solo ciudadano, perdido en una fila, por allá de sombrero. Cuánto material reciclable para ser convertido en cifras fraudulentas pero limpias en aparatos de última tecnología.

En las democracias más o menos ganan unos, o más o menos pierden otros y se trata de un juego casi de azar. Hay que conformarse, todos se conforman, menos si alguien se sale del juego y va más allá de lo esperado (hay un margen de error, como la dirección de los autos antiguos que permiten ir derecho haciendo curvas con la cabrilla). Créanme, la tolerancia es la paz. Cierta flexibilidad quizás sea necesaria sin llegar al colaboracionismo del que se sale despedido de mala manera. Y que la trampa, que tiene su olor específico, no se haga sentir, porque es reconocible.

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