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NO SE HAN EXTINGUIDO EN COLOMbia, no por completo, los partidos tradicionales, los del viejo y largo bipartidismo. No es el mismo caso de Venezuela, donde la audaz dictadura parece haberlos apabullado.
Aquí tienen directorios reconocidos y hasta director ex presidente tiene el Partido Liberal, un hombre todavía joven y ágil, a quien no malogró del todo el paso por el poder.
El conservatismo sobrevive con jefes desconocidos o que solamente conocemos cuando descienden las gradas de la llamada ‘Casa de Nari’, con razones frescas del segundo piso. Se considera a sí mismo como la fuerza que decide y a fe que lo es, sólo que se decide siempre por el régimen (palabra que ha de pronunciarse con el acento cavernoso con que la esgrimía Álvaro Gómez, asesinado por insistir en ella ).
A lo largo de la historia han surgido ciertas facciones, que han querido separarse de los dos partidos tradicionales, y han conseguido amplísima votación ocasional. Ahí están los uribistas de hoy, ayer fueron los anapistas de Rojas, los uniristas de Gaitán, los del Canapé Republicano, del “trémulo” y “vágulo”, pero muy poderoso doctor Santos.
Pero, cualquiera sea el nombre que usen, los movimientos emergentes tienen un trasfondo de origen que los delata y los coloca en su vieja raigambre, como cámbulos y gualandayes. La Anapo, por ejemplo, era conservadora, puesto que mi general Rojas lo era. De ahí que la insurgencia del M-19, inclusive y en estricto rigor, tuvo un remoto origen conservador.
No así la guerrilla del monte (como se le dice, aunque opere en el llano), que es de clara procedencia liberal. Nacida en la policía política del fin de la hegemonía liberal de los cuarenta, la misma que insurreccionó el nueve de abril en contra del gobierno conservador y fue visitada y alentada por la voz adolescente de Fidel Castro Ruz. Luego fue bandolerismo asalta-caminos y finalmente guerra de guerrillas, comunista y procubana.
Pero la identidad partidaria subyace. Mírese no más la perla que salta, en medio de un uribismo fanático y apretujado, para hacerle ver al presidente que todos los escándalos que se han suscitado en su gobierno tienen origen conservador.
Lo trae a cuento la admirada Claudia Hoyos (1,2,3, televisión), al atribuirle al ultrauribista Armandito Benedetti un llamado de atención al presidente, más o menos así: mire usted, presidente, a sus ministros del Interior, conservadores, todos han tenido que ver con algún escándalo (no siempre personal, aclaro).
La Yidispolítica, presidente, es conservadora: dos ministros de ese partido fueron los que compraron y dos congresistas del mismo los que vendieron su voto.
Luego todo el mal, concluiría algún contradictor de Benedetti, viene de esa ralea, capaz de perpetrar el mayor escándalo de todos, señor Presidente: su inaudita reelección continuada, mediante reformas constitucionales a su antojo y para su beneficio.
