Hay sermones en medio de la guerra. Ante sus propias fuerzas habla el agresor; ante los súbditos de su país, el discurso es de Biden y lo llama el Estado de la Unión; el héroe de Ucrania, Zelensky Volodímir (como nos enseña a llamarlo Vladimir Flórez, Vladdo), le habla entre aplausos a la Comunidad Europea. Y aguanten, porque hace siglos el predicador de Galilea peroró en lo que se conoció como el sermón de la montaña.
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Sermones de odio, algunos; de súplicas de apoyo, otros; de lecciones de vida, uno más, el de la montaña, originario del creador de la naturaleza humana, discurso pronunciado desde un montículo de la tierra. Que no me apersone yo de las frases que como todos escucho y ojalá de ellas derive enseñanzas.
Hay mucho odio en nuestro medio y como reflejo del mundo. De repente un poderoso resuelve desatar viejas pasiones, guerras reprimidas, apropiaciones territoriales que otras veces no prosperaron. Fue también, a mediados del siglo pasado, cuando el Führer nazi usurpó el Corredor Polaco, desencadenando la Segunda Guerra Mundial.
Llegó el hombre a este mundo a peleárselo, a luchar por ganar terreno, y los animales lo imitan cuando defienden espacios que han conquistado. Contradijo esa corriente del mal quien pronunció la frase: “Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra”.
Y vaya si cabría esta aplicación al momento que se vive. Un jefe de Estado amenaza con odio y fuerzas de asalto. Verdad que otro, el contrincante, parece demasiado apacible y como dormido. Su propia edad transmite debilidad y en general el mundo libre no se siente en las mejores manos bajo su protección.
No es fácil, sin embargo, dar el timbrazo, apretar el botón de respuesta, ser el responsable directo de un desastre nuclear. Y si comparamos con el anterior jefe del mundo occidental, recordemos su individualismo político y su rechazo a acudir en defensa del resto del mundo en peligro.
Tanto los dirigentes del área universal, como nuestros políticos, entre límites cercanos y domésticos, deberían aplicarse el dictado de la montaña evangélica. Son seguramente los mansos quienes a la larga dominarán la tierra y el profeta lo prometió porque sabe bien cómo terminan las cosas humanas; sí que ganarán quienes busquen la justicia y se alejen del odio, de las luchas sociales injustas y provocadoras, de los desafíos entre hermanos. Métodos de paz existen. No pocos se ensañan en destruir el planeta y dejarlo como otros cuerpos celestes, de aquellos que los astrónomos observan con legítimo espanto: ya que la exploración científica permite concluir que allí hubo vida.
Buenos los debates presidenciales de Vicky y Mompotes. El de la coalición Equipo por Colombia mostró extraordinaria cordialidad. Es a lo que me refiero.