Una vajilla que se rompe tiene un sonido característico. Volteamos a mirar instintivamente: piezas rotas, alguien disculpándose entre avergonzado y rabioso consigo mismo. No se le da importancia y no la tiene.
La vajilla institucional, vaya comparación, tiene al romperse una sonoridad que también se reconoce fácilmente. Pero ¿quién rompe las instituciones? Saberlo no es algo pasajero, no es un asunto de menor cuantía que la Procuraduría General de la Nación sancione con suspensión a un ministro, por cierto, muy importante, y que este, con aquiescencia de todo el Gobierno, y parte de la opinión, desacate al Ministerio Público. El...
Conoce más
