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Samuel, Samuel

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Lorenzo Madrigal
02 de febrero de 2009 - 05:50 a. m.
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“HABLA, SEÑOR, QUE TU SIERVO escucha”, dicen que dijo el joven profeta, a quien Dios llamaba desde su insondable dimensión. Y Samuel obedeció, hizo obra y profetizó.

El amable pasaje bíblico de Samuel sirve para ilustrar la petición ciudadana al alcalde de Bogotá, para que haga frente a la inseguridad y a la falta de movilidad de autos y personas atascadas en las vías de esta ciudad.

¡Y qué atasco! No hay ya palabras para describirlo: que la ciudad colapsó, es lo que más se escucha y suena bonito. Samuel no tiene muchas salidas a esta crisis de la movilidad y por ahí ha decretado la prolongación del Pico y Placa, medida que los atascados ven como necesaria. Pero que los necesitados del auto para trabajar ven como un atasco personal. Y ¡oh paradoja!, los frentes de trabajo urbano que se han abierto por estos días quieren mostrar a un Samuel dinámico, al tiempo que enredan aún más la movilidad.

Del candidato a alcalde me había gustado, y no sólo a mí, la promesa de iniciar la construcción del Metro, al menos en su modesta primera estación, así se fuera en ello todo un período de gobierno. Quiera Dios que se aprenda a trabajar sin estorbar y sin dañar el entorno. Técnicos deberían viajar al primer mundo para observar la manera de adelantar obras urbanas en medio de ciudades vivas y rugientes.

Uno de los mayores problemas que tiene el progreso de Bogotá y el de otras ciudades consiste en que se pretenda terminar obras durante la administración que las proyecta. Es el síndrome de la inauguración, del corte de cintas y acaso de la placa conmemorativa.

Por eso el metro no se ha hecho. Recuerdo que desde los tiempos del alcalde Durán Dussán se adelantaron costosos estudios de factibilidad, que no sé a dónde fueron a parar. Siempre la falta de presupuesto, el rechazo a dejar una obra inconclusa, que venga otro político a inaugurar como suya y consideraciones subalternas, han impedido el inicio, al menos, de lo que una ciudad como Bogotá reclama: el tren subterráneo o de superficie, en vía rápida y propia, no necesariamente robada a las ya existentes, como ocurrió con Transmilenio.

Transmilenio fue grande y sigue siéndolo y deberá continuarse, así fuera una solución rápida, demasiado rápida, que dejó un losario de rompecabezas, a toda hora en plan de ser armado de nuevo. Dígase algo parecido de las llamadas ciclorrutas, que en algunos casos son atropelladero de peatones, a los que también se les robó el derecho a transitar por los andenes.

Samuel, Samuel nada conseguirá en flujo automotor si las ensambladoras y concesionarios no ceden en la botadura de autos, para rodar en un solo ladrillo, pues las vías están saturadas. La recesión económica ignoro si abaratará los autos y crecerá su número o mermará su compra y fabricación. Son tiempos inciertos para los negocios.

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