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Transición pacífica

Lorenzo Madrigal

18 de noviembre de 2024 - 12:05 a. m.

Las pérdidas de atención que le han sobrevenido al presidente Joe Biden no le han quitado, como suele ocurrir en casos parecidos, su decencia, su cordialidad de hombre de bien, cualidades que lo han mantenido sin mayores reproches en el poder, a pesar de sus 81 años.

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Ha perdido en franca lid el poder, y lo ha perdido desde el mismo poder con sus ventajas, pero no se ha colmado de ira ni ha hecho crujir puertas y ventanas del Capitolio en Washington, como lo hiciera Trump ante su derrota de hace cuatro años. Por el contrario, ha invitado a su adversario al salón oval para el saludo protocolario de transición y el apretón de manos. He observado –atérrense– que el propio Trump ha dejado su arrogancia ante el presidente enfermo y se ha mostrado comprensivo y casi que compasivo frente a sus tropiezos. La fraternidad humana funciona así y la seguridad que se tiene de que no hay alternativa distinta ante la mayor edad que la de tolerar las miradas extrañas cuando olvidamos las cosas más obvias de la vida.

Algo para mí de la mayor sorpresa ha sido la designación anticipada del senador Marco Rubio para la secretaría de Estado. Este hombre, figura recalcitrante y ruda de la política que irrumpe, estoy seguro, será un posible presidente en el año 2028, si hay continuidad republicana.

Foto: Lorenzo Madrigal

Horror para muchos, para la China comunista que asedia y ya inaugura obras en Perú y para otros poderes mundiales de la izquierda en un mundo bipartito. Los disociados del centro, provenientes generalmente de intolerancias de izquierda, deben hallarse perplejos y en expectativa ante el mundo nuevo que sobreviene. No es de alegrarse necesariamente por este freno de mano que impone la derecha en el curso del acontecer americano, pero las cosas ocurren providencialmente y cuando ya están casi previstas otras alternativas. Es de sentarse a mirar si el negocio de la droga continúa con el impulso que lleva y con las ínfulas de paz total, conseguidas a base de unir fuerzas, consideradas del mal, para apaciguar el mundo en una sola y única dirección negativa.

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Lo anterior refleja el temor de un Trump con sus promesas de campaña y su estilo fuerte y disociador. Porque puede ocurrir que negocie, en aras de la prosperidad económica. La clase media, silenciosa y recóndita, sin aspavientos, es la que define finalmente el azar democrático.

Trump habría de asegurar la estabilidad dineraria, que no se fue a pique con Biden, pero que podría ser más y más grande como agitaban las pancartas de hacer una América grande de nuevo. Hay en ello un olvidarse del pobre, del desplazado, que por lo general piensan, los que están a buen seguro, no les causará progreso sino hundimiento y naufragio. Un barco que se hunde, un Titanic en su criterio, no podrá salvaguardar a todos porque nunca se han previsto suficientes barcos salvavidas.

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