¿Podría alguien decir que el acto en el teatro Jorge Eliécer Gaitán el pasado 27 no fue un acto político? Imposible. Arengas, alusiones a Petro por el mismo presentador, el benemérito padre De Roux, presencia del ticket electoral recién electo, ausencia deliberada del presidente Duque para no ser vilipendiado, multitud apretada (sin tapabocas), sofoco, por allá, humillados, los liberales, tipo Juan Fernando Cristo y en lo suyo, el altivo Ariel Ávila.
Todos de línea de izquierda, el único comisionado ausente por renuncia, precisamente el dispar, fue el militar, ¿habrá que decirlo?, el que apenas si fue nombrado de paso, en medio de los discursos. Y de aquello, es decir, del informe demorado y aplazado de la hechiza Comisión de Paz, nada. Nada se leyó, muy poco se va a leer por los que hoy prometen hacerlo, sólo se dejará ver la línea general del gigantesco panfleto, que es la de acusar a los paramilitares, como es debido y de paso, a los gobiernos de derecha anteriores y al Ejército Nacional, sin mayores distingos.
La euforia por el triunfo de la izquierda en los comicios colombianos ha sido de tono internacional y en la política nacional de algarabía por acercarse y hacer méritos ex post facto ante Roy y Benedetti y Bolívar y, bueno, ante Petro y la próxima primera dama, doña Verónica. Hasta los conservadores, salvo el muy digno director, don Omar Yepes, se han plegado ante el extremo opuesto de sus dictados históricos.
Un capítulo aparte es el del nuevo canciller, designado o in pectore, el amigo don Álvaro Leyva Durán, “el hombre de la llave”, cuya colaboración rehuyó todo lo que pudo el presidente Santos, cuando el ahora canciller se le insinuó para colaborarle en lo de la paz. Pues sí, utilizó la llave, y de qué manera, en ceder efectivamente y en demasía ante los que, alzados en armas, cometieron crímenes de guerra. Hizo llave, también, con el ciudadano español don Enrique Santiago, comunista notable; Leyva, valga decirlo, es hijo del jefe conservador, Jorge Leyva, precandidato muchas veces, y movedizo en su andar político, termina siendo nada menos que ministro de relaciones del presidente de la más extrema izquierda.
El país se ha ido al hoyo, porque el abismo atrae. Es clarísimo, pero si bien esto se dice por fuera, en el mundo mismo de los hechos políticos se buscan atenuantes y hay gente notable conquistada por el ganador, dado a hacer invitaciones a un “acuerdo nacional”. Hasta Uribe le aceptó. Del cual acuerdo no se ocupó durante los cuatro años de gobierno de quien lo antecedió y a quien le hizo la vida imposible o a cuadritos, como dice la alcaldesa, otra plegada al ganador, ya en el podio. ¿Acuerdo ahora, cuando le toca enfrentar la responsabilidad de gobierno? Después de mí, el diluvio o en este caso, antes de mí, la destrucción, que ya nos arreglaremos.
