Verónica al viajar

Lorenzo Madrigal
23 de enero de 2023 - 00:02 a. m.

Esta vez lució un vestido negro enterizo, de profunda austeridad, para el diálogo “muy profundo” de unos pocos minutos que sostuvo la primera dama de Colombia con el Santo Padre Francisco, de nuestra mayor devoción.

Le habíamos visto lucir una túnica cuasi papal, blanca, el día en que su esposo tomó posesión de la primera magistratura de la Nación. El vestido de ella y la espada del Libertador, o una parecida, fueron notas sobresalientes de aquel día. También el tono amistoso con que el mandatario hizo el saludo de rigor a “su amigo, el Señor Nuncio de Su Santidad, Monseñor Mariano Montemayor”.

Verónica al viajar
Foto: Lorenzo Madrigal

Algún entramado vaticano se mueve tras las cortinas de la Nunciatura y de la Corte de Roma. Sigo creyendo que no debe ser fácil lograr una entrevista privada con el sucesor de Pedro sin el apoyo decisivo del delegado papal en Colombia, conocido ya por sus manejos políticos. En plena campaña presidencial, la oportuna visita del candidato de extrema al Sumo Pontífice fue aporte decisivo al resultado electoral. Desesperado, el candidato alterno, el viejo ingeniero, logró, a su vez, una entrevista de miércoles, para la cual no se necesitaban los buenos oficios de Montemayor.

La primera dama, doña Verónica —revestida como papisa por algún modisto de nota, el gran día de la espada robada y recuperada y mil veces reproducida por el gran colega dibujante, Alberto Martínez— ahora en temas profundos, de tú a tú, con el papa, luciendo un traje enlutado —imagino que por Benedicto—, un corte de pelo de ajusticiada de la Edad Media y su belleza natural, emprende la visita ad límina, primer carreteo de su propia y personal campaña presidencial. En su bonita apostura, de talla más alta que el fatigado pontífice, es nuestra Evita de Petro, como decir de Perón, con la que pretende tomarles la delantera a otros sucesores de la continuidad izquierdista, continuidad que anticipa el excandidato Peñalosa.

No fue este un viaje inocente. Compiten dos posibles sucesoras, la primera dama y la vicepresidenta; no nos sorprendamos de nada. Las dos misiones que emprendieron fueron meramente simbólicas, en el caso Verónica de corte teológico, humano y de tacto corporal (entiéndalo quien pueda). Es el nuevo país, juguete de las vanidades.

Días antes, la vicepresidenta, doña Francia, había hecho su respectivo viaje de figuración y presencia internacional. Dicen que también ella y algunos seguidores dentro de su partido alientan esperanzas presidenciales, que competirían con las de la Evita de Petro.

“De Roma viene lo que a Roma va” es un decir que cabe en esta temporada en que se ha querido comprometer al Vaticano. Audiencias privadas de los amigos del Nuncio con el Santo Padre son formas de llegarle a un pueblo católico.

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