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“Votaré por Gaviria”

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Lorenzo Madrigal
14 de septiembre de 2009 - 01:28 a. m.
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ESTO LE ESCUCHÉ A UN PARROquiano que pasó a mi lado por un centro comercial. No me relaciono fácilmente con los demás, aparte de que habría sido de pésima educación entrometerme y preguntarle: ¿por cuál Gaviria votará usted?

Me quedé cavilando. Gaviria bien podía ser César, el más probable candidato del Liberalismo, sin óbice legal, pues iría apenas para la primera reelección y ésta espaciada, el cual manifestó que la campaña había comenzado ya. Parecía referirse a la suya.

Gaviria también podría ser, en el pensamiento de aquel parroquiano, don Carlos Gaviria, mejor punteado que Petro para la candidatura del Polo Democrático (“Chapolo” le dicen a este movimiento, desde el momento en que el dictador venezolano le propinó el golpe de gracia de su adhesión, la que puede liquidarlo a la hora de los votos).

Pero Gaviria también ha podido ser el novel precandidato antioqueño —otro ex gobernador de Antioquia, vaya uno a saber si con las mismas ansias de perpetuarse, si llegara al poder—, don Aníbal, hermano del sacrificado mandatario departamental, quien en mala hora creyó en la palabra de la guerrilla y llevó con él al sacrificio a su consejero de paz, el más ilustre aún Gilberto Echeverri Mejía.

Este joven (43) de ejecutorias locales, altivo y laborioso, acaba de demostrar, en columna periodística y de manera eficiente, que el itinerario para que el Presidente del perpetuo socorro pretenda lanzarse una vez más, le está prácticamente cerrado, por la angustia del tiempo legal. Él cree aún que la legalidad rige en la ‘Casa de Nari’, donde imperan más bien otras estrategias (bajas).

Me quedé, pues, tontamente ensimismado, pensando en cuál de todos los Gaviria sería el opcionado por aquel cuya opinión pasajera me zumbó al oído. Este servidor de ustedes, por su parte, no tiene preferencias electorales y no piensa revelarlas, si las tuviera, como en otras ocasiones ha ocurrido con los comentaristas de prensa.

Recuerdo muy bien que el espontáneo D’Artagnan proclamaba a todos los vientos su escogencia particular, habiendo sido una la muy sorpresiva de Lucho Garzón, alejado de los gourmets aristocráticos y más cercano al Bogotá con hambre, que trató de solucionar. Pero así era Roberto.

A todas estas, como lo han dicho muchos, la incertidumbre sigue, si bien para el viejo Loren ya no cabe duda de la permanencia en el poder, mediante cualquier argucia, inclusive legítima, del actual hombre fuerte de este país, con la certeza de que la Corte Constitucional, bajo pretextos legaloides, dará paso a sus pretensiones omnímodas.

Es duro hablar así, lejos del humor, pero queda la esperanza de que éste surja de nuevo, como otras veces, de la irremediable tragedia y del desencanto.

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