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LLAMARÉ “YO” AL PRESIDENTE URIbe, gozoso de sí mismo, aplaudido a cada frase, rozagante y aparentemente sencillo, mientras veía exaltada su personalidad y avalorios —billetes de dos mil, peinilla, camándula—, tal y como lo presentó José Gabriel Ortiz en su nuevo programa, en Caracol.
La emisión vino a darse a las 11 de la noche, con orquesta de fondo y románticos bambucos que hicieran juego con la poesía arriera, que estaría a cargo del mandatario permanente de los colombianos.
José Gabriel, el cachaco, el gran presentador, pleno de simpatía bogotana, como de otros tiempos, elegante y desenfadado (par en esto con Alberto Casas): “Me dicen que usted baila picho, Presidente”.
Pues bien, el gran José Gabriel forzosamente le mezcló política a su programa, al reinaugurarse con el mandatario reincidente, pese a que amarró los cachorros al decir que no manejaba bien el tema político. Y a fe que no lo maneja bien. Se nota que no le interesa y que, como a muchos colombianos, le interesa únicamente Uribe, con su gran capacidad de amansador de serpientes.
Ortiz parece confundir el referendo con la elección misma del mandatario para un tercer período. Le corrige Uribe: Es para la aprobación de la ley. De la reforma de la Ley Fundamental, acaso, esto es, de la Constitución Política. Luego vendrá el otro episodio electoral, la elección misma, según Napoleón Franco (¿bonapartista?) con un preludio de encuesta del 63% a favor del reelegible, frente a un 8% del siguiente en lista (tal vez Petro, tal vez Fajardo).
Cada frase del Presidente, en tono de discurso, algunas incomprensibles, era aplaudida por un público invisible, que hacía sonreír más y más al mandatario, enseñando gran perfección ortodóncica. Uribe se cayó, no se supo cómo ni cuándo (imagino que de su caballo, con pérdida total de la tacita de tinto) y andaba fajado, por causa del doloroso costillar presidencial. Se le veía apretado en su flux envigadeño, bien confeccionado.
Una camandulita le acompaña, la vi rojiza, como la del abuelo, don fulano Vélez, el rezandero de todas las tardes. Y terminó, no podía faltar, con sus versos montañeros, dedicados a la mujer colombiana, que concluyen algo así como “este latir del corazón que estoy sintiendo”, (si mal no recuerdo, rimando con referendo). “Qué versus tan hermosus”, diría Silvio Villegas, aunque éste era culto.
Bueno, gracias José Gabriel por este close-up del personaje que nos ocupa a diario y nos preocupa cada cuatro años por su ambición, única en la historia del presidencialismo colombiano. Favor que le hiciste, José Gabriel, en el inicio temprano de su campaña televisada. Parece tan buena gente (aplausos).
