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A veces se cree que sabemos lo obvio, pero cuando nos detenemos a preguntarnos por algo muy inmediato nos damos cuenta de que no lo tenemos claro, por eso en algunos momentos se confunden nuestras acciones. Como sucede tanto con la actividad política que se ha quedado en meras experiencias olvidando la base teórica. Colombia entra en un período de elecciones locales muy importantes, razón para repasar un poco ciertos conceptos de este campo con el fin de ofrecer elementos teóricos que guíen este proceso.
¿Qué es cultura? En su sentido más amplio, cultura es todo aquello producido por la humanidad durante su historia frente a lo biológico que trae ya como un ser de la naturaleza; en este sentido, la política es cultura, una invención humana para organizarse como especie. Todos los demás animales de la tierra traen su tipo de organización social dentro del código genético; no sucede así con el humano, el humano no trae dentro de su código genético su organización social, vino con esa imperfección, como lo dijera la neurocientífica Rita Levi Montalcini ,por eso, la misma evolución lo subsanó con el uso de razón. Debe entonces, el humano, recurrir a ella para buscar cómo organizarse con sus demás congéneres, de ahí nace la política.
La política es cultura y uno de los campos más complicados, pues se trata de encontrar un modo de convivencia que se ajuste a la multiplicidad de tipos humanos, aun así, estudiada la historia de civilizaciones muy antiguas, se pueden encontrar los pilares sobre los cuales debería darse una organización política incluyente teniendo en cuenta el concepto de justicia de darle a cada quién lo que le toca según su necesidad.
Hace 3.700 años en Babilonia, escribió el rey Hammurabi: “hice justicia con la viuda, con el pobre, con el huérfano y con el extranjero”. Y en el Antiguo Egipto, el mito de Osiris –dios de la resurrección y el más importante del panteón egipcio- cuenta que este dios en el juicio final le preguntaba al difunto “¿Qué hizo de bueno en la vida?” El difunto respondía “Di de comer al hambriento, de beber al sediento, vestido al desnudo y una barca al peregrino”. De igual manera, dicen que hace dos mil años existió un hombre llamado Jesús, tal vez nunca tengamos certeza de su existencia, pero lo importante es la filosofía que se creó a su alrededor, la que coincide con las mencionadas anteriormente y que fue la base de tres grandes religiones el cristianismo, el judaísmo y el islamismo. Jesús, a manera del rey Hammurabi, divulgó como principio la compasión por los indefensos y el alimento para sostener la vida. Detrás de esos ejemplos milenarios hay algo en común: la política y la convivencia humana se fundamentan en dar, servir al Otro, al pueblo.
El sabio en filosofía política y en ética, Enrique Dussel, latinoamericano, comenta en sus libros que estos términos del juicio de Osiris se refieren a cuatro necesidades materiales como criterios del juicio final, es decir, son criterios éticos para regir entre los seres humanos. En la declaración del rey Hammurabi queda plasmado cómo la justicia cobija al indefenso, la política, que es la forma como nos organizamos, toma esos términos y los vuelve principios para sostener la vida de los seres humanos, para velar por los desvalidos, para que puedan comer, tener vivienda, vestido y formas de paliar las condiciones del entorno. Con Jesús de Nazaret se hace carne la compasión.
Al transcurrir el tiempo y, a medida que se complicó la sociedad, se han ampliado los términos por los que la política ha de velar para el bien de los humanos y, hoy en día, se incluye a la naturaleza. El maestro Dussel, el más grande filósofo político actualmente, es reiterativo en decir que el principio político fundamental desde el inicio de la humanidad es el sostenimiento de la vida humana y a eso debe apuntar la política, sea cual sea la idea o forma del Estado, sin embargo, en la cotidianidad de la vida, esto tan obvio desaparece bajo sistemas políticos y económicos que confundieron los principios.
Y si algo no ha defendido la política en Colombia es la vida, nuestra cultura política no lo es todavía; permanece en un estado anterior de evolución, no ha hecho el tránsito del cerebro límbico, el de la irracionalidad, como los reptiles, hacia la zona prefrontal del pensamiento reflexivo empático, aclarando, que hay un tipo de pensamiento siniestro proclive a hacer daño a los demás que, llegado a la política multiplica su capacidad destructora. Es un razonamiento pérfido que tiene como base la búsqueda del placer a corto tiempo y, a costa de los demás, la codicia, el egoísmo…, en el campo político se llama corrupción, igual a algo que se ha echado a perder.
Lo que se ha visto en el campo político de Colombia a partir de la elección de Gustavo Petro como presidente es un sector de la sociedad que sí alcanza ese grado de evolución cultural: la política entendida como la defensa de la vida en todas sus formas, desde los pequeños nacimientos de agua en los páramos hasta la de los humanos. Estos principios éticos de civilizaciones tan antiguas como la mesopotámica, la egipcia, la hebraica alumbran todavía la política de nuestro presente, son principios imperecederos mientras exista el ser humano.
Principios como luces cálidas que podrían hacer reverdecer en estas elecciones de alcaldías y gobernaciones en octubre próximo, a sociedades sumidas en la aridez por personas con graves trastornos en su evolución emocional. Sociedades como Soledad, en el Atlántico, que, contraria a su nombre es escandalosa, tumultuosa, desordenada…, su soledad está en la negación que como humanos le hace a la gente una clase politiquera, pero, el ser humano no se deja negar de manera absoluta por eso se rebela, grita y lucha por su dignidad como una llama incandescente. Invocamos desde acá a Hammurabi, rey justo, para que favorezca ese reverdecer en Soledad, donde personas con un razonamiento elevado, entendiendo la política como servicio a los demás y con sentimientos empáticos como Ronald Janner, defensor de derechos humanos, ayuden a liberar a ese pueblo de la muerte diaria y le permitan la vida.
