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El repunte del crecimiento económico reportado por el DANE el martes es, con justicia, causa de celebración. Cuando la seriedad de los efectos de la pandemia se entendió a cabalidad a principios del año pasado, eran muchas las preocupaciones que surgían: lo que se demoraría el desarrollo de las vacunas, el tiempo que tomaría vacunar a toda la población y la velocidad con la que podría crecer la economía una vez iniciada la recuperación. Afortunadamente, parece que, pese a que pudimos haber reaccionado aún mejor, estamos en uno de los mejores escenarios posibles.
Queda por verse no solo si regresaremos al ritmo de crecimiento que traía el país, sino si recuperaremos el tiempo perdido. Y, más allá de eso, es importante preguntarles a todos los que aspiran a gobernarnos cuáles son sus propuestas para fomentar el desarrollo económico. El problema de Colombia —el mismo de casi toda América Latina— no ha sido que la economía no crezca, sino que claramente lo hace a un ritmo menor que el que sería posible.
¿Cuántos candidatos presidenciales están hablando, presupuesto en mano, del bajo nivel educativo de la fuerza laboral del país, que es especialmente grave en primaria y bachillerato y que no se va a solucionar con un programa más de becas universitarias? ¿Quiénes están dispuestos a combatir la cartelización de una economía en la que los principales gremios conspiran contra el público para subir precios y limitar la competencia? ¿Quiénes se van a comprometer a dejar de invitar a dichos gremios a cogobernar con el Gobierno elegido democráticamente? ¿Quiénes están en capacidad de plantear una visión de país con suficiente legitimidad como para que la clase media esté dispuesta a pagar más impuestos? Hay candidatos que nos ofrecen lo mejor de tiempos pasados y otros que venden espejismos, pero la verdad es que ni lo uno ni lo otro es suficiente.
