Una vez más, con los debates presidenciales, se discute el costo de la educación universitaria y la conveniencia y justicia de los mecanismos —como el Icetex— que tienen para financiarla quienes no pueden pagar las matrículas de contado. Lastimosamente, como es usual, la discusión ignora el problema fundamental de la educación en Colombia, que no es la educación universitaria.
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El problema de fondo es que, así mañana mismo encontráramos reservas de petróleo que financiaran becas universitarias para todos los bachilleres del país, a la inmensa mayoría los rechazarían las universidades de alta calidad por su formación académica insuficiente. Incluso, si se forzara a las universidades a admitirlos, la mayoría de los bachilleres colombianos no tendrían las competencias básicas —ni matemáticas ni de comprensión de lectura— para sacarle provecho a la educación universitaria. Las deficiencias acumuladas durante la educación preescolar, primaria y de bachillerato no se superan con cursos de nivelación ni con preparación para el ICFES, sino que son un lastre que llevan consigo los jóvenes cuyo talento echa a perder, año tras año y promoción tras promoción, el sistema educativo colombiano.
Cuando se lanzó el programa Ser Pilo Paga, únicamente el 3 % de los estudiantes de estrato 1 tuvieron un desempeño suficiente en las pruebas de Estado para obtener las becas, mientras que el 57 % de los estudiantes de estrato 6 tuvieron puntajes comparables. Los de estrato 6 no obtuvieron las becas debido al alto nivel de ingresos de sus familias, pero el contraste ilustra las diferencias en oportunidades de los más ricos y los más pobres del país. Lo que es un nivel académico típico para los ricos es excepcional para las personas de bajos ingresos, y esto no se debe a que el estrato 6 esté lleno de genios, sino a que la política de educación pública sigue siendo abandonar a los niños por 18 años y becarlos para la universidad si se sobreponen al abandono.