Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Las consecuencias económicas del coronavirus van a ser graves, sin importar lo que se haga para contrarrestarlas. Para minimizarlas y lograr que la recuperación sea lo más rápida posible, se necesita un liderazgo decisivo y coordinado del presidente, el Congreso y el Banco de la República, con el fin de frenar las quiebras y los despidos masivos que, si no actuamos rápido, se vienen en todos los sectores de la economía.
Las medidas de aislamiento físico para evitar la propagación de la pandemia llevan a la reducción o el cese total de la actividad económica de los negocios que requieren la presencia física de empleados o clientes. Sin ventas no hay con qué pagar arriendos ni salarios por mucho tiempo: los despidos y las quiebras van a venir pronto.
No es suficiente que el Gobierno prorrogue los plazos para pagar impuestos, o que reduzca el precio de la gasolina, o de tal o cual servicio público. Sin gente en las calles caen las ventas, y sin ventas se quiebran primero las pymes y luego las otras empresas, así la gasolina esté barata o las obligaciones tributarias se prorroguen.
Se necesita —hago eco de la propuesta hecha en EE. UU. por Emmanuel Saez y Gabriel Zucman— que el Gobierno inyecte dinero directamente en los negocios a cambio de que se comprometan a una política de cero despidos. Como mínimo, los recursos deberían alcanzar para financiar los costos y gastos operacionales de las empresas a través de créditos libres de interés, condonables en medida proporcional a la caída en las ventas causada por las medidas sanitarias. Esto, al igual que una serie de transferencias monetarias a los trabajadores informales, se debe financiar con deuda pública, que puede saldarse posteriormente a través de un sistema tributario progresivo.
Las dificultades logísticas son enormes, pero con el liderazgo adecuado el país puede estar a la altura del reto.
Twitter: @luiscrh
