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Ustedes mismos fueron extranjeros

Luis Carlos Reyes

25 de mayo de 2016 - 09:00 p. m.

Haya o no crucifijo en la Corte Constitucional, a la hora de afrontar la inmigración a Colombia vale la pena recordar la admonición de Moisés a los israelitas: “No opriman al extranjero, pues ya lo han experimentado en carne propia: ustedes mismos fueron extranjeros…”

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Hay millones de colombianos viviendo en el exterior. Algunos tienen papeles y otros no. Pero todos se han enfrentado a acusaciones injustas e insultos xenófobos. Cuando Donald Trump dice que va a construir un muro en la frontera con México, lo que oyen sus partidarios es que va a impedir que sigan llegando más latinoamericanos como nosotros a su país. Violadores y criminales (“aunque quizás haya algunos buenos”) nos considera el magnate. Otros dicen que violadores no, pero sí más bien perezosos y sin interés en aprender su idioma.

La realidad, como lo saben millones de compatriotas en el extranjero, es que para lograr el mismo nivel de remuneración que los ciudadanos de los países a los que llegamos nos toca esforzarnos mucho más. Pocos hay que no hayan trabajado honestamente por cada centavo que tienen. Sin embargo, tener el tono de piel incorrecto o la cadencia equivocada al hablar nos puede significar un arresto injustificado, un insulto repentino en la calle, o la sospecha constante de incompetencia en el trabajo. Por eso, hace apenas unas semanas estábamos orgullosísimos de la caleña que desafió sola a 300 neonazis suecos que marchaban para pedir la expulsión de los inmigrantes de la nación nórdica.

Sorprende y duele, entonces, la visceralidad de la reacción que ha habido hacia los comerciantes chinos de San Victorino. No chinos que estén viviendo de nuestros impuestos (como si eso se pudiera), sino que están comprando locales, haciendo negocios, y vendiéndoles sus mercancías a clientes colombianos que las compran libremente. Sin embargo, un reportaje señaló con tono de objetividad que “los comerciantes colombianos encendieron las alarmas sobre este fenómeno de ojos rasgados que amenaza con crecer” . ¿Qué es lo que nos molesta? ¿Que nos ofrezcan mejores precios o que tengan las facciones que tienen? Si un empresario colombiano negociara buenos precios al por mayor en China y se trajera la mercancía a San Victorino, no le armarían protesta ni se le pediría a la DIAN que estuviera pendiente de la amenaza del fenómeno moreno y de pómulos altos. Si saliera en las noticias sería para recibir elogios por ser el “echao pa’lante” que aprendió chino y que con su malicia indígena hizo esto y lo otro.

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Claro que es importante que todos, nacionales y extranjeros, cumplan con las reglas. Pero también es importante que las reglas sean justas. Si las oportunidades económicas en nuestro país continúan atrayendo inmigrantes, necesitaremos una legislación migratoria más inteligente que la de EE.UU. o la de Europa. No podemos olvidar es que nuestro deber es ser ecuánimes sin hacer distinciones por raza, origen nacional o lengua.

Luis Carlos Reyes, Ph.D., Profesor Asistente, Departamento de Economía, Universidad Javeriana

Twitter: @luiscrh
 

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