Esta semana se anunció el cierre de una parte del proyecto de televisión del diario El Tiempo. Con él ya son múltiples los recortes de personal periodístico en el país que se han registrado apenas en los dos primeros meses de este año.
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Los ajustes en Semana, RCN, Televisa y El Tiempo son la muy dura expresión de la profunda transformación por la que está pasando el periodismo colombiano y que contabiliza la eliminación de por lo menos 300 puestos de trabajo en lo que va corrido del año.
¿Qué está pasando? La furia de las nuevas tecnologías está arrasando con el estado de las cosas en nuestra industria. El teléfono móvil, que agrega todos los servicios posibles en una pantalla, ha convertido las noticias en materia prima y exigido una nueva estrategia de generación de valor.
Hace 30 años el gran valor de empresas como CNN era la omnipresencia, la capacidad tecnológica para transmitir desde cualquier parte del mundo la noticia. Para ello la ecuanimidad, los hechos y los datos eran esenciales. Pero hoy todo esto es tomado como los atributos mínimos que debe ofrecer el producto. Ya no es suficiente con estar en el lugar del atentado, golpe de Estado, protesta o terremoto; el nuevo valor agregado está en la investigación, interpretación y confirmación, algo que mal manejado presume una serie de riesgos para entregarse al activismo, el partidismo y la agresividad.
¿Qué hacer? A pesar de que ya estamos viendo claramente que las agendas noticiosas están empezando a bailar al ritmo de los clics y likes, privilegiando los gritos al análisis y la condena a la constatación, sigo confiado en que pronto veamos un retorno a los medios tradicionales tras un cansancio ante la violencia y la falta de verificación de las redes e internet.
En lo que al negocio respecta, cambiará el modelo de financiación y nos encontraremos a la mitad del camino entre el pago directo de los usuarios para conocer y entender, y uno que comprenda el subsidio parcial de los anunciantes.
Entretanto preocupa, sí, que los más jóvenes vean en la necesidad de supervivencia —agenda y eterna sed de destrucción de algunos de sus predecesores— una vía exitosa para ejercer su profesión en este escenario en el que se favorece más el porqué que el qué, cuándo y dónde. No deja de ser peligroso que estemos jugando en el escenario de las injurias, las calumnias y los gritos, y no en el de los argumentos, el contexto y los razonamientos.
Estamos en una coyuntura que nos obliga a cambiar o de lo contrario estaremos destinados a morir. Sin embargo, sobrevivir será también un ejercicio de dignidad y responsabilidad que exija no enterrar el nuevo periodismo debajo del escudo fácil del escándalo. Si el periodismo pierde la cabeza, estaremos finalmente condenados como sociedad.