No es tan raro que quien negó la gravedad de la pandemia, aun informado de lo que venía, se niegue a reconocer la victoria de su contendor. Pero no se trata de un capricho de personalidad o de su natural propensión a quebrantar los acuerdos. Además de los efectos nefastos que tendrá su actitud, no es difícil identificar en ella una estrategia consistente con su conducta como empresario y, luego, como presidente. Cumple los tratos solo a conveniencia, mientras la democracia se trata de normas que deben ser respetadas.
La política, la manera civilizada como los seres humanos resolvemos diferencias conforme a reglas, produce un efecto de igualación al ejercerla: quienes no se encontraban inmersos en el mundo político tienden a adquirir sus destrezas y defectos mientras los políticos “expertos” tienden a aprender estrategias, costumbres, virtudes y defectos de los “recién llegados”. Al desarrollar ese concepto, comprenderemos que el saliente presidente Trump no es ya el mismo empresario que llegó hace cuatro años al gobierno, ni los políticos en su país y el mundo serán los mismos después de su mandato, y él lo sabe. Desde esa óptica se anticipa a la cuenta de cobro que el sistema y sus detractores con seguridad le pasarán.
Debemos recordar que su postura de desconocer el resultado electoral fue anterior a los comicios y a su derrota. Su estrategia había considerado diversos escenarios y el de perder, claramente, era uno de ellos, incluyendo sus actores, posibles desarrollos y reacciones, mucho más si se considera que fue derrotado por más de cinco millones de sufragios en el voto popular, un hecho anticipado por las encuestas. Pero, de acuerdo con el sistema electoral, perdió por “pocos” votos en estados decisivos y sus copartidarios ganaron, en lugar de perder, siete escaños en la Cámara de Representantes. Se aferra a esas razones, hasta donde se lo permitan, al continuar ejecutando su preconcebida estrategia.
En el peor escenario, al ser derrotado, cuestionar el resultado electoral dejaba un precedente y una sombra de ilegalidad en el nuevo gobierno, entre electores que consumen casi cualquier cosa en las redes. En el mejor, sentaba las bases para ejercer la oposición, también por anticipado, y comenzar a construir desde las mismas redes su proyecto hacia 2024. Conoce muy bien a su enorme electorado, verdadero objetivo de sus tuits. Sabe, como conocemos todos, que polarización y fanatismo privilegian la utilización de estereotipos y clichés para explicar la realidad al ahorrarles el trabajo de pensar.
No cabe esperar, por la madurez de las instituciones estadounidenses y unos medios atentos, que lleve por ahora la disputa hasta el mismo nivel de gobernantes como Putin o Maduro, “atornillándose” al poder con pretextos de improbadas demandas. Al desconocer la victoria de Biden hasta donde le sea posible, Trump está notificando que la pugna política no ha terminado y seguirá alentando la polarización como estrategia. La inexplicable postura de políticos republicanos que le siguen acompañando en la aventura solo puede explicarse por los réditos que para ese partido ha significado Trump y los que esperan obtener en futuras elecciones.
Si la postura de Trump, su conocida utilización de elementales y reconocidos supuestos populistas, es fácilmente explicable, no ocurre lo mismo con la protección de la que debe proveerse el sistema político. A menos que se establezcan normas muy claras, en Estados Unidos y el mundo, la política no será la misma después de Trump y su manejo de las redes sociales combinado con una estrategia de abuso de noticias falsas. Por ahora la democracia se ha protegido a partir del mismo juego político y utilizando reglas de la era predigital, ¿pero quién será el siguiente Trump, hasta dónde llegará y en dónde?
Posdata. A propósito de populismo, noticias falsas, utilización de redes y sistemas electorales, es decir la realidad del mundo actual, el proyecto de reforma política que hace trámite en el Congreso de Colombia, a pesar del voto electrónico y la paridad, es anacrónico y no reconoce ni considera las amenazas para el sistema político en la era digital