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¿Apertura? Venezuela vive aquí

Luis Carvajal Basto

26 de septiembre de 2022 - 12:00 a. m.

En un entorno internacional incierto, empeorado esta semana con la amenaza nuclear de Putin, celebramos la apertura de la frontera, aún sin saber ―ante la actual ambigüedad de nuestra política exterior― si está motivada por afinidades ideológicas o, más bien, económicas, culturales o pragmáticas.

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¿Se trata de un realineamiento en nuestras relaciones con el mundo? De alguna manera, aunque sus límites se desconozcan y no se hubiese estructurado, debatido ni consensuado, como debiera. El restablecimiento de relaciones con el régimen de Maduro, no por inconveniente, parece más una decisión de gobierno que de Estado ¿La reciente apertura del gobierno Biden hacia Venezuela puede explicarlo? ¿Las coincidencias entre los actuales gobiernos de Colombia y Estados Unidos en sus agendas climática y de drogas? Se mantiene un gran interrogante. Seguramente por eso la Rusia de Putin ―en guerra con occidente― califica ahora la relación con Colombia como “prometedora”.

La apertura con Venezuela se parece a la formalización de la relación entre dos amantes que han convivido desde siempre; con permisos y sin ellos. Se trata de una unión natural en la que hemos compartido geografía, cultura historia y, por supuesto, una común economía. Si cualquier colombiano escudriña en sus raíces, con seguridad, encontrará antepasados comunes. Lo mismo ocurre allí. Las gentes en la frontera han disfrutado las dos ciudadanías. Las relaciones culturales nunca se interrumpieron por cuenta de las diferencias políticas. Se siguen bailando y escuchando joropos producidos en los dos países, por la sencilla razón de que se trata de una misma cultura.

Desde el punto de vista de la geografía económica son incontrovertibles las ventajas de la integración de dos mercados que en las zonas de frontera son solamente uno, al punto de que alguna vez se propuso la creación de un Estado región con epicentro en el lago de Maracaibo integrado, por la naturaleza y la historia, con importantes regiones de Colombia. El comercio, pese al fracaso de la integración andina, había seguido fluyendo de manera clandestina por las trochas. Se trata de un intercambio muy antiguo: los indígenas de las dos regiones comerciaban sal y especies en la América prehispana por un camino milenario y luego “real” que después recorrió el ganado desde las llanuras ―hoy colombianas o venezolanas― buscando el mercado de Santafé y la misma ruta libertadora que sorprendió por la retaguardia al ejército español. Somos hermanos desde siempre.

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Así que todos los colombianos celebramos la apertura de la frontera que no debe asumirse como un respaldo a la dictadura que la gobierna, aunque, en la práctica, tal vez lo sea. Las peores ofensas a la hermandad de nuestros pueblos y a nuestra propia dignidad como nación las propició el régimen de Maduro contraviniendo al mismo Chávez quien rompió, por su cuenta, ese histórico comercio para sustituir la oferta de productos colombianos de manera unilateral. Pero eso fue antes de la crisis que el socialismo del siglo XXI propició, llevando el país al desastre y a una diáspora del 20% de su población, de la cual la mitad se ha venido a sobrevivir a Colombia. Difícil olvidar episodios como el de la marcación de humildes casas de colombianos en el Táchira expulsados con su pobreza y sus corotos. ¿Dónde quedaría el espíritu de Bolívar, quien murió en Santa Marta sin sospechar que se trataba de una patria “ajena” que él mismo había construido?

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El gobierno colombiano ―este o cualquiera―, las instituciones del Estado y la misma ciudadanía no pueden perder de vista, en ningún momento, que tratamos con una dictadura capaz de camuflarse de todas las maneras recurriendo a violencia y “crímenes de lesa humanidad” para perpetuarse, como acaba de ratificar una comisión de la ONU. Es muy difícil pensar a Colombia y Venezuela separadas, pero puede resultar más complejo convivir y legitimar a una dictadura que hará lo posible para que, sin advertirlo, la legitimemos, compartamos su fracasada narrativa y entremos en la perspectiva de convertirnos en una.

@herejesyluis

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