Su discurso ante el congreso, un balance con trazas de ácido crítico frente al gobierno entrante, anticipa el rol que las mismas circunstancias le llevarán a asumir. El clima político observado durante la ceremonia confirma que los objetivos de la hasta ahora oposición y desde el 7 de agosto partido de gobierno, apenas comienzan con la conformación de mayorías en el Congreso. La defensa de Duque, sobre los que llamó hechos de su gobierno, tampoco. No ha esperado a que le apliquen, al menos formalmente, el retrovisor.
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¿Fue camorrero su discurso? Las palabras de Duque sobre la posibilidad de una reforma rural sin expropiaciones parecieron, más bien, un testimonio. Lo mismo sus reiteradas afirmaciones según las cuales, en las condiciones actuales del país dados los resultados de la reactivación, no es necesaria una reforma tributaria. Sumadas, las dos aseveraciones son lo más parecido a un discurso de oposición que se ha escuchado desde las elecciones, sin tomar en cuenta su afirmación de que en su gobierno no se negoció la gobernabilidad —lo cual fue rigurosamente cierto sus primeros 15 meses, padeciendo una lección que aprendió el propio Petro—, ni su referencia sobre la “desinformación” con la que fue cuestionado, y lo sigue siendo, por sus contradictores.
“No conviene graduar enemigos porque después te ejercen” recomendaba con frecuencia un experimentado expresidente, en lo que pareciera un consejo sobre la importancia de las maneras en la política y la inconveniencia de los “enemigos gratuitos”. Luego de las formalidades observadas en la reunión de Petro con el propio Uribe, lo ocurrido en la instalación del congreso no se puede considerar sino como un retroceso que ha dejado ver lo inevitable de una oposición activa en cabeza del propio presidente saliente, en principio, para defender su gobierno; en el fondo para mantener la línea de los colombianos que votaron “No” desde el referendo, en lo que sigue siendo un pleito sin resolver.
Con lo complicado que resultó firmar los acuerdos con las extintas Farc –punto de partida de la polarización— pocos esperaban que su cumplimiento se extendiera tanto en el tiempo.” Al menos 12 años” se ha escuchado decir al entrante presidente del Congreso, aunque no sabemos si la realización de las propuestas del presidente electo supera ese término, dejando ver la inminencia de ajustes constitucionales e institucionales que se vienen amparados en esa justificación. Ante ese panorama, para muchos colombianos, la oposición no resulta deseable, como fundamento del sistema, sino indispensable.
Hace unos días afirmábamos en esta columna que el gobierno Petro, desde entonces, se estaba quedando sin oposición, lo que se confirmó con el paso de los días y el deslizamiento —más bien catapultamiento— de partidos y movimientos hacia la coalición de gobierno. Hoy, ante el elocuente silencio de Cambio Radical, solamente un desgastado Centro Democrático ―del que hace parte Duque― mantiene públicamente esa postura. Las declaraciones y actitud del excandidato Hernández, quien ocupa una curul a nombre de la oposición, parecen más bien otra adhesión a la nueva coalición, y las objeciones morales de Fajardo no tienen, hoy por hoy, votos ni escaños en el congreso. Pese a ello Petro sabe bien que casi 11 millones de colombianos votaron, más que a favor de Hernández, en su contra y que ese hecho seguirá pesando en la política colombiana.
Si consideramos sus propias declaraciones no es complicado advertir que Petro continuará usando, ahora como gobernante, las herramientas que lo llevaron a la presidencia. La movilización resultante de incentivar emociones y sentimientos ciudadanos seguirá siendo utilizada para presionar al mismo Congreso y al país en la dirección de las propuestas del nuevo gobierno. Ante ese escenario, Duque, quien ha calificado al suyo como un gobierno decente que, en todo caso, sirvió como antesala del de Petro, no tiene opciones diferentes a ejercer activamente, como ya comenzó a hacerlo, la oposición, intentando lograr lo que evidentemente no pudo desde el gobierno, como se vio en las elecciones, un resultado concluyente que no admite explicaciones, justificaciones ni disculpas.