Las declaraciones del ministro de Trabajo, según las cuales los empresarios “que más bien parecen opositores” deben prepararse para la imposición del salario mínimo por decreto “bastante por encima de la inflación”, confirman el espíritu de revancha que ha caracterizado al gobierno. Su equivocada decisión de seguir utilizando sus capacidades para fortalecer su base electoral sacrificando al interés general. Los empresarios, finalmente, incrementarán los precios para mantener sus márgenes de utilidad, pero, en el mediano plazo, tenderán a contratar menos trabajadores.
Sin concertación, el salario mínimo pierde su sentido social. El establecimiento de consensos no es caprichoso. Debe reflejar el reconocimiento de variables como inflación, productividad y empleo. Al imponerse unilateralmente se desvirtúa su función como instrumento de equidad y estabilidad. Los aumentos del salario mínimo afectan precios vía costos laborales, demanda agregada y expectativas inflacionarias pudiendo -de acuerdo con investigaciones del Banco de la República- reducir el consumo agregado y el bienestar de los hogares, especialmente de los más pobres. Se erosiona la institucionalidad laboral y fiscal en un contexto económico caracterizado por distorsiones profundas en la economía que el ejecutivo prefiere ignorar.
El entorno económico colombiano no es sustentable. La inflación ha recuperado una tendencia ascendente llegando en septiembre al 5,18 %. A pesar de esta realidad, el gobierno ha prometido aumentos del salario mínimo de dos dígitos, lo que generaría presiones inflacionarias adicionales desincentivando la contratación formal.
Pero no se trata solamente de la inflación. Las cifras oficiales de crecimiento y la tasa de cambio muestran una aparente estabilidad que no refleja la verdadera composición del ingreso externo. En 2024, el PIB creció apenas 1,7 %, mientras que la tasa de cambio se sitúa hoy debajo de 3.900 pesos. Este comportamiento está claramente influenciado por el auge de la economía criminal. Las exportaciones de cocaína (Bloomberg economics) alcanzaron USD 18.200 millones en 2022, y la minería ilegal de oro ya supera en ingresos a la cocaína de acuerdo a un reciente informe de la FACT COALITIÓN (Coalición para la Responsabilidad Financiera y la Transparencia Corporativa). A esto se suman las remesas, que en 2024 marcaron un récord de USD 11.847 millones, equivalentes al 2,8 % del PIB. Sustituir los ingresos del petróleo con los de la economía criminal no se encuentra exento de riesgos, como se puede observar en el caso de Venezuela, con un régimen que se nos adelantó en esa experiencia con las consecuencias que conocemos y las que faltan.
Cocaína, oro y remesas distorsionan la balanza de pagos, fortalecen artificialmente la tasa de cambio y crean una falsa sensación de dinamismo económico. Mientras tanto, sectores productivos como la industria, el comercio formal y la inversión extranjera directa enfrentan estancamiento o retroceso. La economía real se debilita. Ecopetrol, otrora nuestra empresa insignia, se dirige hacia la ruina, en medio de reiterados y conocidos escándalos de corrupción. En ese contexto conocemos cifras maquilladas por ingresos que no tributan -lo que se puede confirmar en el persistente déficit fiscal-, no generan empleo formal y alimentan redes criminales.
La imposición del salario mínimo sin concertar, no solo con los empresarios sino con la razón, la experiencia y el conocimiento disponible, además de irresponsable es arbitraria y perjudicial para la mayoría de colombianos que padecerán los efectos de la inflación y verán disminuidas sus posibilidades de acceder a un empleo. El salario mínimo debe ser un puente, no una barricada. Si se convierte en instrumento para ganar elecciones, pierde su sentido social y se transforma en un detonante de informalidad, inflación y conflicto. Colombia necesita acuerdos, no imposiciones.
Adenda:
El Nobel para Maria Corina, heroína contemporánea que puso en evidencia a la dictadura, no puede observarse sino como el reconocimiento a la lucha de un pueblo contra la tiranía y la oscuridad en la era de los “Libertadores barrigones”, con millonarias cuentas en el exterior que siguen tratando de oprimir a nuestros compatriotas venezolanos con el pretexto de un Bolívar que ignoran y desfiguran a conveniencia.
@herejesyluis