Una frase del ministro de Hacienda, según la cual, a diferencia de los precios de la gasolina, “no vamos a tocar el diésel en plena campaña electoral”, confirma las preocupaciones del Gobierno por la pérdida de respaldo confirmada en encuestas. Siendo una postura políticamente comprensible, viniendo de un técnico que cumple una función política, debemos estar atentos para que las decisiones y el uso de los recursos públicos no se basen, hasta octubre pero tampoco después, en esa “regla” en lugar de la regla fiscal, la conveniencia de todos, el interés general.
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Atendiendo razones similares, el entonces presidente Duque —duramente criticado por el actual Gobierno— pasó agachado ante el déficit del Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles durante la pandemia, ante el enorme esfuerzo fiscal que demandó. En buena hora se ha comenzado a reducir ese déficit. Junto a la reforma tributaria, se trata de dos medidas que confirman —pese a discursos y trinos altisonantes— responsabilidad fiscal de los ministros de Hacienda, una responsabilidad que los mercados comienzan a reconocer.
Una señal positiva se observa en la reciente depreciación del dólar que, en caso de mantener su tendencia descendente, contribuirá a reducir la inflación. Luego de encontrarse en el rango de $3.800 pocos días después de las presidenciales, llegó a tocar la banda de los $5.000. Las razones de su depreciación son múltiples, pero nadie puede desconocer que, en su momento, el efecto Petro llevó a muchos a hacerse a un stock de divisas ante la incertidumbre generada que incrementó su demanda y elevó “artificialmente” su precio. La vigencia de los contrapesos, puesta en evidencia por las muestras de independencia del Poder Judicial y el control político ejercido en la práctica por el Congreso, ha contribuido a una leve recuperación de la confianza.
Así lo confirma el mejoramiento de la confianza del consumidor medida por Fedesarrollo. Pese a mantener un saldo negativo, la tendencia comienza a mejorar. Luego de descolgarse por la elección de Petro desde +2,9 % hasta -29,6 %, ha logrado crecer hasta -22,8 % en mayo y -14,1 % en junio. Esta recuperación coincide en el tiempo con el control político ejercido por el Congreso —su función natural— frente a las propuestas de reforma.
Mientras tanto, contraviniendo los trinos del presidente y en ejercicio de su independencia, el Banco de la República, con la subida de tasas de interés, comienza a obtener resultados contra la inflación. Una medida dolorosa pero indispensable que debe mantenerse hasta cuando sea necesario, sin tomar en cuenta factores como la proximidad de elecciones invocada por el ministro. Pudiendo ser discutibles las causas de la inflación —algunos la endosan a restricciones de oferta—, el Banco ha utilizado las herramientas disponibles para cumplir el mandato constitucional. Nos ha recordado la importancia de garantizar su autonomía. Ante las percepciones, tentaciones e iniciativas desbordadas de este o de cualquier gobierno, debe preservarse y protegerse.
En la coyuntura económica a la que asistimos, caracterizada por una recesión anunciada y solo parcialmente aplazada, no dejan de ser positivas, incluso, noticias negativas como el rezago en la ejecución presupuestal (-12,9 % frente al promedio entre 2001 y 2022) señalado por Corficolombiana, que solo puede imputarse a la baja capacidad de gestión de una administración más preocupada por los discursos y la ideología en abstracto, que por las necesidades de la gente y las realizaciones en concreto. Si el Gobierno despierta de su letargo, esa baja ejecución en el primer semestre puede equilibrarse en el segundo, coincidiendo y atemperando el menor crecimiento esperado, mediante el aumento del gasto y la inversión públicas —respetando la regla fiscal—, acompañados de mensajes de estabilidad, confianza y certidumbre, no al contrario como ha venido ocurriendo.