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Se trata del capítulo más arriesgado de la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Una dura estrategia de negociación a ver “quién da más” para obtener ventajas. Nadie está en condiciones de anticipar su final, que puede ser una recesión mundial. Sin embargo las fuerzas motrices de la economía mundial - la actual estructura productiva; las capacidades de integración, comunicación y el sistema mundial de pagos; las cadenas de suministros y los seres humanos universales e interconectados que somos ahora– prevalecerán.
La globalización; la unificación de los mercados, no ha sido posible en razón de que a alguien muy inteligente o con mucho dinero tuvo esa ocurrencia. Es consecuencia del desarrollo vertiginoso de la tecnología y las formas de comunicarnos. El progreso científico, tecnológico y humano han permitido la estandarización del consumo. Por esas mismas razones es ingenuo pensar que como consecuencia de las medidas de Trump la globalización se terminará y todos los seres humanos viviremos el año que viene en sociedades autárquicas, en lugar de la democratización y el acceso de mercancías a bajo costo en todos los países.
Más que equilibrar, por decreto, la balanza comercial, la medida cumple promesas a su electorado. Fortalece los ingresos del Estado mediante el pago de aranceles y le permitirá a Trump cumplir la promesa de reducir los impuestos a las empresas. Sin embargo, el aumento de precios lo terminarán pagando los consumidores inevitablemente, convirtiéndose, finalmente, en un juego de suma cero.
La intención del presidente Trump no consiste en terminar con la globalización como se ha interpretado. Utiliza los aranceles como estrategia de negociación para tener la manija. Al colocar la política interna y la internacional en el terreno de las negociaciones que conoce, considera que sus utilidades serán superiores a sus costos. Pero no controla todas las variables. La política es diferente del comercio y la situación creada ya excede el plano comercial y de negocios.
En la perspectiva de reindustrializar sectores afectados por la deslocalización -traslado a China y otros países de enormes ramas de la industria-, el presidente Trump coloca alta la vara imponiendo aranceles pero conoce la estructura del PIB de su país en el que más del 80 % son servicios y menos del 20 % industria. Al imponer gravámenes se expone -como fragmentariamente ocurrirá– a la penalización de otros países al sector de servicios, núcleo de la actual economía de los Estados Unidos y fuente de ingresos de sus más importantes empresas.
Al final se conformará con negociar a su manera y obtener -como es su costumbre- las mejores utilidades posibles luego de pintar un escenario muy oscuro. Sabe que las empresas de servicios no podrían obtener los resultados que hoy obtienen si la estructura mundial -y con ella la participación de China- se hacen irreconocibles. Peor que un déficit comercial sería una recesión y lo sabe. Sabe que los bajos salarios en el extranjero han permitido a las empresas de su país mantener y aumentar sus utilidades. También sabe que con el desplazamiento de la mano de obra por el desarrollo tecnológico -y no solo por sus competidores chinos- retornar a la industria de 1950 es imposible. Las fábricas ya no requieren de tantos trabajadores como entonces.
Para Colombia el escenario parece más una oportunidad. Nuestras ventas a Estados Unidos no disminuirán pudiendo suceder lo contrario por los más altos gravámenes impuestos a sus competidores en ese mercado. Por otra parte la estrategia de Trump parece incluir una desvalorización del dólar que debe ser considerada. No se puede dejar de lamentar que nuestro país -tan ocupado en las elecciones de 2026- no tenga una estrategia consistente o tan siquiera un ministro de Comercio Exterior en propiedad.
Posdata:
Quienes repiten teorías obsoletas para intentar explicar periodos de cambio como al que asistimos corren el riesgo de afirmar- como lo han hecho- que el proteccionismo de Trump es revolucionario. La paradoja de un adalid del capitalismo “terminando” con la globalización, como han afirmado, los ha descolocado. Se vienen días inéditos y difíciles, pero no se van a acabar ni la globalización ni “el mundo”
