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Al utilizar el tamaño de su economía como escudo protector para su país mediante el aumento de aranceles o la amenaza de hacerlo, el presidente Trump pretende solucionar problemas “ahorrando en gastos, desde el enfoque de la empresa privada”, un error conceptual en que lo secunda Elon Musk. Ese tipo de “ahorro” no es sinónimo de beneficios para su economía; los ciudadanos estadounidenses y el resto del planeta.
Mediante el tratado de Bretton Woods en 1944 el mundo estableció unas nuevas reglas. Se creó el sistema financiero internacional; el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. El dólar se convirtió en la moneda de reserva, lo que dio a EE. UU. una ventaja significativa en términos de influencia económica y política. ¿Considera Trump que ahora son inconvenientes esas reglas?
La economía de los Estados Unidos ya no es la misma. Mientras el sector agrícola representaba el 10 % del PIB hoy es apenas el 1,2 %. La industria significaba el 40 % y hoy es apenas el 19 %, y el sector servicios que significaba el 50 % hoy es superior al 80 %. Regiones importantes perdieron empleos, pero se generaron otros. Sus empresas obtuvieron ingentes utilidades en los sectores tecnológico, financiero y de servicios, fundamentalmente.
En la posguerra Estados Unidos, mediante el plan Marshall, prefirió crearse una competencia en Europa que ceder esos mercados y la democracia al totalitarismo soviético. Probablemente por las mismas razones la diplomacia de Kissinger -la política exterior de los Estados Unidos- promovió y dio la bienvenida a China al mercado mundial. En este periodo China ha crecido y mejorado su nivel de vida y Estados Unidos y su economía han logrado -por cuenta de ese fenómeno- una gran expansión.
La población mundial se ha beneficiado de la ampliación de mercados y el desarrollo de la especialización, como demostró matemáticamente desde el siglo XVIII David Ricardo con su teoría de las ventajas comparativas. Aun teniendo ventaja en diferentes ramas -como puede ocurrirle a los Estados Unidos- es más conveniente para ese país y para todos ampliar mercados mediante el desarrollo de la especialización y el comercio, que restringirlos mediante el proteccionismo y el establecimiento de aranceles.
Innumerables estudios y análisis han confirmado las ventajas del libre comercio. Recientemente el Banco Mundial pudo demostrar que los países que participan en acuerdos de libre comercio experimentaron una reducción promedio del 10 % en la volatilidad de los precios de los bienes de consumo. Además, se observó un aumento del 15 % en el ingreso real de los hogares en el quintil más bajo de ingresos. La OMC encontró que los países en desarrollo que implementaron políticas de libre comercio vieron una disminución del 20 % en los niveles de pobreza extrema. Además, se registró una reducción del 5 % en los precios de los alimentos básicos, lo que benefició directamente a las poblaciones más vulnerables en todos los países.
Con más avances que retrocesos, desde 1945 la economía mundial, la democracia y el libre comercio han logrado enormes beneficios para la humanidad demostrando su conveniencia y superioridad sobre modos de producción y regímenes políticos totalitarios que inercialmente, como espejismos, desaparecieron. La promesa de devolver empleos mediante aranceles le dio a Trump réditos electorales, pero puede perjudicar su propia economía. Se encuentra soportada en estudios que estiman -mediante el aumento de aranceles- incrementar la producción manufacturera en un 5 %; crear aproximadamente 1,2 millones de empleos y reducir el déficit comercial incrementando el PIB en un 2 % en el corto plazo. Comparado con los costos que puede tener para la economía mundial, ese horizonte es estrecho y, como objetivo comercial, limitado.
Esperemos que el retorno al proteccionismo anunciado por el presidente Trump le funcione más como herramienta de presión política que como realidad económica y comercial. Lo contrario sería cambiar el mundo como lo conocemos. Dar un paso atrás en términos de desarrollo económico, institucional y social. Para comenzar se alterarían las cadenas globales de suministro generando inflación, aumento de la pobreza y decrecimiento en su propio país y en el resto del mundo.
