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Han sido abundantes las referencias a la encuesta de Invamer. Una semana después, sin embargo, cabe recordar que lectura y análisis de una encuesta son asuntos diferentes. Mientras la primera se limita a leer los resultados de la fotografía en un momento determinado -como lo hacen comentaristas, encuestadores, presentadores y estadígrafos-, el segundo se ocupa de interpretar los contextos económicos sociales y políticos; los fenómenos culturales y sin extrapolar intenta un análisis prospectivo de la participación y los candidatos.
A cinco meses de elecciones lideran Cepeda y De la Espriella lo que ha dado lugar a titulares que parecen sentencias anticipadas; estrategias consecuentes con lo observado -como la que ejecuta el gobierno- y actitudes triunfalistas. Entre tanto alboroto escuchamos, por ejemplo, a un desprevenido director de medio afirmar que los dos punteros estaban “disparados”. Nada más lejos de la realidad: por las mismas razones -sus distancias con la determinante franja de centro- ninguno de los dos tiene hoy probabilidades reales de ganar.
Resulta que nuestro sistema electoral considera dos vueltas y si bien existe una enorme dispersión en las encuestas no ocurrirá lo mismo en las urnas. No es posible. Y siendo importantes las simpatías que hoy tienen los candidatos citados, a ninguno de los dos les alcanza. Supongamos que, como ocurrió en Chile, los sectores de centro-derecha llegan divididos a primera vuelta permitiendo el triunfo de la candidata Jara solo para que el próximo domingo sea elegido Kast, quien perdió en primera vuelta.
Al observar los resultados el presidente Petro, experto e interesado analista, sabe que al candidato Cepeda la misma polarización que le ha endosado sus votos no le alcanza para ganar. Por eso están movilizados sectores como el del exministro Cristo y Barreras intentando persuadir a sectores de centro repitiendo la jornada de 2022. Para esos votantes un candidato como Cepeda -por sus antecedentes- resultará inviable y mucho más para los de derecha. El gobierno se está esforzando poniendo todos sus recursos, inicialmente, en la elección de Congreso con una maquinaria muy bien aceitada.
Según la encuesta, desde 2022 la izquierda ha subido desde 22,7 % hasta 24,6 %. La derecha alcanzó el 37,7 %, mientras el centro bajó desde 22,7 % hasta 18,9 %. Puede pensarse que se acentuó la polarización, pero una mirada a la encuesta de cultura política del DANE publicada en 2024 puede ayudarnos a entender mejor el asunto: el 13,3 % se declaraba de izquierda; el 23,9 % de derecha y un 40,7 % de centro. La polarización es evidente, pero quien quiera ganar necesita a los votantes de centro y algunos del polo opuesto. Queda la impresión que el 33 % de Cepeda, al compararlo con el 24,6 que se declaran de izquierda, ya tiene a todos los de los votantes de centro que se encontraban disponibles para él. Y con eso no le alcanza.
La semana pasada una cadena radial preguntó al expresidente Uribe las razones por las cuales los candidatos del Centro Democrático tienen tan pocas simpatías teniendo tantas la franja de derecha. Uribe les embolató la respuesta, pero la respuesta es que no tiene candidato. No tiene uno que arrastre al 37,7 % de votantes de derecha y sabe que a De la Espriella tampoco le alcanza.
Mientras tanto el profesor Fajardo navega con apenas las velas desplegadas. Su experiencia de gobierno; la objetividad y tranquilidad de su discurso le permiten ratificar su influencia en sectores de centro que le avalan, pero tampoco le alcanzan. Finalmente, el baile será solo de dos. Necesita asegurarse de pasar a segunda vuelta.
